sábado, 30 de octubre de 2010

Dijo de mí

Estoy cayendo en la cuenta que no he hablado en este espacio sobre Alberto Cortez, lo cuál es imperdonable. Compartiré dos videos que alguien subió al youtube de dos canciones que mucho me gustan y que me llegan directo al corazón por distintas circunstancias de mi vida. Y como no es la intención de este post ni de este blog el platicar mis problemas amorosos, dejaré la narración de ambas anécdotas para mejor ocasión y espacio.

Sólo un par de veces he charlado con don Alberto. Esta última ocasión, lo pasamos a saludar mi amigo Genaro Amador y yo, Genaro es muy amigo de Alberto. Después de las bromas por mi léxico hacia mi amigo Gerardo, le comenté cómo me han acompañado algunas de sus letras a lo largo de mi vida. Desde los 14, 15 años que lo escucho, y siempre lo he referido para expresar algún sentimiento. Hacia el amor, o también hacia Dios, la vida, la amistad. La búsqueda de la verdad y de la belleza siempre se encuentran, cuando se es sincero y se tiene el corazón dispuesto.




DIJO DE MI


Dijo de mí
que entibió mi lecho,
helado de ausencia,
vacante y maltrecho.
Dijo de mí
que no dije nada,
cuando en un impulso
me instaló en su alma.


Pero nunca dijo
que buscaba amparo,
cuando derrumbada
por un desengaño
encontró refugio
en mis pobres brazos
y empapó mi pecho
con su largo llanto.

Pero nunca dijo
que llegó penando,
que sus orfandades
se fueron poblando
de ilusiones nuevas,
y de un nuevo canto
que desvanecieron
antiguos quebrantos.

Dijo de mí
que no la miraba,
como si ella fuera
poco más que nada.
Dijo de mí
que era inconsecuente
parco y taciturno,
cruel e indiferente.

Pero nunca dijo
que invadió mi casa,
profanando cosas
que me son amadas,
mis queridos libros
y entre mis marañas,
liberando historias
que me son amargas.

Por airearlo todo
abrió las ventanas
y dejó que huyeran
dos o tres infamias
que mis soledades
tenían guardadas
donde nunca nadie
pudiera encontrarlas.



Dijo de mí
que la malquería
y no se dio cuenta,
¡ lo que yo sentía !
Nunca creí
que me abandonara,
como se abandona
lo que no se ama.

Cuando abrió la puerta
me quedé pasmado,
como sin conciencia,
descorazonado.
La miré a los ojos
casi suplicando
y a pesar de todo
no tendí mis brazos.

Se alejó en silencio
y en aquel espacio
me quedé tan solo
como un solitario.
Con el alma rota
en cien mil pedazos
me miré al espejo
y me hallé llorando.

Letra: Alberto Cortez

Música: Alberto Cortez



CUANDO VUELVA A VERTE


Cuando vuelva a verte
me ataré a tus brazos
para convencerte,
que no estoy de paso.

Ando de distancia,
pero no de ausencia,
ando con el alma
llena de tu esencia.

Cuando vuelva a verte
ya la primavera
andará jugando
sobre la pradera.

Coloreando el campo
de color gramilla,
convocando el canto
de las abubillas.


Cuando vuelva a verte
me daré permiso
para recorrerte
lo que sea preciso.

Me sabrán a poco
mis pasiones brunas.
En tus glaucos ojos
andará la luna.
Cuando vuelva a verte
te traeré noticias:
como he sido huésped
de mis avaricias,

de mis espejismos,
de mis ilusiones,
y hasta del abismo
de mis decepciones.

Cuando vuelva a verte,
de alguna manera
voy a reponerte
todas las esperas.

Estaré contigo
hasta mecerte.
Colgaré el abrigo
cuando vuelva a verte.

Letra: Alberto Cortez

Música: Alberto Cortez

domingo, 10 de octubre de 2010

El demonio ofrece poder a Jesús


Me detengo en un pasaje del bellísimo texto de Benedicto XVI, "Jesús de Nazaret". En su reflexión sobre el pasaje evangélico de las tentaciones en el desierto, el Papa deja claro que es propio del demonio ofrecer el poder terrenal como aspiración ilusoria, como fin en sí mismo. Se equivoca quien reduce la misión salvadora de Cristo a un reino temporal, su reino no es de este mundo, porque “en la lucha contra Satanás ha vencido Jesús: frente a la divinización fraudulenta del poder y del bienestar, frente a la promesa mentirosa de un futuro que, a través del poder y la economía, garantiza todo a todos, El contrapone la naturaleza divina de Dios, Dios como auténtico bien del hombre”.

¿Cuántas veces no hemos confundido al Reino de Dios con formas de poder, culturales o económicas? Es falso que sea el reino de Cristo cuando gobierna determinado partido, cuando se vive cierta moral, o cuando haya determinados criterios económicos o sociales. No. Se equivocaron los seguidores de Jesús que creían que el Mesías vendría a liberarlos de un imperio ciertamente opresor. La liberación que ofrece Jesús es más radical: Una liberación del pecado y de la muerte.

Y por lo tanto, está siempre la tentación (la misma que ofrece el demonio al Señor) de querer construir un “Reinado social de Cristo”, que poco de cristiano tiene, al optar por el poder, y sí mucho de reduccionismo ideológico. La política no salva. Los acto de poder no redimen. El reino de Dios, dice el mismo Benedicto XVI en este libro, es la misma persona de Jesús. Dios mismo, que toma nuestra carne y nos redime. Leamos al Papa:


“El diablo conduce al Señor en una visión a un monte alto. Le muestra todos los reinos de la tierra y su esplendor, y le ofrece dominar sobre el mundo. ¿No es justamente ésta la misión del Mesías? ¿No debe ser Él precisamente el rey del mundo que reúne toda la tierra en un gran reino de paz y bienestar?

El Señor resucitado reúne a los suyos <> (cf. Mt. 28, 16) y dice: <> (28, 18). Aquí hay dos aspectos nuevos y diferentes: el Señor tiene poder en el cielo y en la tierra. Y sólo quien tiene todo este poder posee el auténtico poder, el poder salvador. Sin el cielo, el poder terreno queda siempre ambiguo y frágil. Sólo el poder que se pone bajo el criterio y el juicio del cielo, es decir, de Dios, puede ser un poder para el bien. Y sólo el poder que está bajo la bendición de Dios puede ser digno de confianza.

Pero volvamos a la tentación. Su auténtico contenido se hace visible cuando constatamos cómo va adoptando siempre nuevas formas a lo largo de la historia. En el curso de los siglos, bajo distintas formas, ha existido esta tentación de asegurar la fe a través del poder, y la fe ha corrido siempre el riesgo de ser sofocada precisamente por el abrazo del poder. La lucha por la libertad de la Iglesia, la lucha para que el reino de Jesús no pueda ser identificado con ninguna estructura política, hay que librarla en todos los siglos. En efecto, la fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios.

El tentador no es tan burdo como para proponernos directamente adorar al diablo. Sólo nos propone decidirnos por lo racional, preferir un mundo planificado y organizado, en el que Dios puede ocupar un lugar, pero como asunto privado, sin interferir en nuestros propósitos esenciales.

Por tanto, la tercera tentación de Jesús resulta ser la tentación fundamental, se refiere a la pregunta sobre qué debe hacer un salvador del mundo. Ésta se plantea durante todo el transcurso de la vida de Jesús. Aparece abiertamente de nuevo en uno de los momentos decisivos de su camino. Pedro ya había pronunciado en nombre de los discípulos su confesión de fe en Jesús Mesías-Cristo, el Hijo de Dios vivo, y con ello formula esa fe en la que se basa la Iglesia y que crea la nueva comunidad de fe fundada en Cristo. Pero precisamente en este momento crucial, en el que frente a la <> se manifiesta el conocimiento diferenciador y decisivo de Jesús, y comienza así a formarse una nueva familia, he aquí que se presenta el tentador, el peligro de ponerlo todo al revés. El Señor explica inmediatamente que el concepto de Mesías debe entenderse desde la totalidad del mensaje profético: no significa poder mundano, sino la cruz y la nueva comunidad completamente diversa que nace de la cruz.

Pero Pedro no lo había entendido en estos términos: <>: “!No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”>>. Sólo leyendo estas palabras sobre el trasfondo el relato de las tentaciones, como su reaparición en el momento decisivo, entenderemos la respuesta increíblemente dura de Jesús: <> (Mt. 16, 22s).

Interpretar el cristianismo como una receta para el progreso y reconocer el bienestar común como la auténtica finalidad de todas las religiones, también de la cristiana, es la nueva forma de la misma tentación.

Pero Jesús nos dice también lo que objetó a Satanás, lo que dijo a Pedro y lo que explicó de nuevo a los discípulos de Emaús: ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno asegura la salvación de la humanidad en absoluto. El reino humano permanece humano, y el que afirme que puede edificar el mundo según el engaño de Satanás, hace caer el mundo en sus manos.

Surge la gran pregunta: ¿qué ha traído Jesús realmente al mundo? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios. Ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo. Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo. Jesús ha traído a Dios y, con Él, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino; la fe, la esperanza y el amor. Sólo nuestra dureza de corazón nos hace pensar que esto es poco. Sí, el poder de Dios en este mundo es un poder silencioso, pero constituye el poder verdadero, duradero. La causa de Dios parece estar siempre como en agonía. Sin embargo, se demuestra siempre como lo que verdaderamente permanece y salva. Los reinos de la tierra, que Satanás puso en su momento ante el Señor, se han ido derrumbando todos. Su gloria ha resultado ser apariencia. Pero la gloria de su amor, no ha desaparecido ni desaparecerá.

En la lucha contra Satanás ha vencido Jesús: frente a la divinización fraudulenta del poder y del bienestar, frente a la promesa mentirosa de un futuro que, a través del poder y la economía, garantiza todo a todos, Él contrapone la naturaleza divina de Dios, Dios como auténtico bien del hombre. Frente a la invitación a adorar el poder, el Señor pronuncia unas palabras del Deuteronomio, el mismo libro que había citado también el diablo: <> (Mt. 4, 10; cf. Dt. 6, 13). El precepto fundamental de Israel es también el principal precepto para los cristianos: adorar sólo a Dios. Como Marcos, también Mateo concluye el relato de las tentaciones con las palabras: <> (Mt. 4, 11; Mc. 1, 13)”.