domingo, 29 de noviembre de 2009

Von Balthasar y los cristianos en política




No puedo menos que reconocer la gran admiración que tengo por Von Baltasar. Aunque no soy teólogo y he estudiado más filosofía, lo poco que he leído de este Señor me ha maravillado. Un buen amigo mío habló de este teólogo alemán con el entonces Cardenal Ratzinger, quien le comentó: "Balthasar fue mi maestro y es el mejor teólogo del siglo XX. Puede considerarse a la altura de los Padres de la Iglesia". ¡De los Padres de la Iglesia, le dijo el Papa!

En alguna ocasión escribiré sobre el capítulo que en su magnífica obra de "Gloria" le dedica a Charles Péguy en los apartados laicales. Tengo amigos que no lo quieren, y sospecho la razón, pues afirma en varias ocasiones el desinterés de la Iglesia por poseer poder terrenal y político. Es tajante con todos aquellos que afirman que el dinero o el poder pueden ser utilizados como medios de evangelización. Al respecto, hoy quiero compartir dos textos que me parecieron muy interesantes. En una cita que me topé en internet (y que no logro identificar de qué libro fue extraído), Balthasar afirma: "El poder económico, cultural, comunicativo y político para evangelizar, supone traicionar a la misión de la Iglesia. Las comunidades que anhelan ocupar posiciones de poder para ayudar así a la Iglesia, en realidad la adulteran, ocultan el rostro salvador del crucificado y la alegría que nace de la sencillez de quien acoge al Espíritu. El Ser absoluto se reveló como Amor absoluto en el anonadamiento y la Cruz. Por consiguiente, debe renunciarse a los medios de poder mundanos, a la identidad entre influencia socioeconómica y evangelización. Influencia y poder, por sus propias reglas internas, acaban siempre en prepotencia avasalladora o integrismo defensivo. Sólo en la impotencia actúa el superpoder del Amor Absoluto".

Y Pepe me comparte un extracto de un libro de Balthasar llamado ¿Quién es cristiano? , no tiene desperdicio.

"Por eso le está vedado también al cristiano esa forma de síntesis que nosotros hemos llamado "integrismo" y que es la mera aplicación práctica de la gnosis antes descrita: la utilización (con olvido de Dios) de medios de poder específicamente mundanos para una supuesta promoción del reino de Dios en la tierra. La intención puede ser sana, pero es malsana la identidad ingenuamente sobreentendida entre el reino de Dios y la influencia político-cultural de la Iglesia, influencia que suele equivaler después en la práctica a la prepotencia de un grupo de mercenarios cristianos que ansían conquistar el mundo. Pero no estamos ya en la Edad Media; las equiparaciones simplistas de cielo y tierra pertenecen al pasado; todas las formas de "francmasoneria" cristiana moderna resultan, a la larga, sospechosas y odiosas en cristianos y no cristianos. El que hace esas cosas no ha entendido bien ni la impotencia de la cruz (que él pretende remediar con el poder mundano), ni las leyes del poder mundano (que él aplica acríticamente sin caer en la cuenta). Los seguidores de Jesús estamos en una situación mucho más desprotegida de lo que nos gustaría. Estamos radicalmente expuestos como cristianos ante el mundo; y por Cristo al mundo. Nos gustaría hacer de la Iglesia un escudo contra el mundo; y de nuestra misión en el mundo, un escudo contra la palabra y el compromiso de Cristo. Pero Cristo desautoriza la espada secular del integrista Pedro, toma partido por los agresores y cura la oreja de Malco".

Cristo optó por el que lo perseguía, no por el que luchaba por su "causa". Me parece incluso, que es incorrecto hablar de una "Causa de Cristo", porque podría entenderse el cristianismo al mismo nivel de una propuesta cultural, social o política. Entiendo la causa de un partido político que se confronta con otras, pero no entiendo que se particularice temporalmente la misión universal de la Iglesia.

Balthasar es tajante, no entiende el Cristianismo quien en nombre de Jesús busca dinero o poder. Ni siquiera como medio. Porque el Cristianismo no puede reducirse a un orden social, al bien común o a sistemas económicos, culturales o políticos, por muy buenos que estos sean. El Cristianismo es un encuentro con una persona que siendo Dios entró a formar parte de nuestra historia (¡y de qué forma!) asumiendo nuestra humanidad y con su encarnación, muerte y resurrección nos redime. Se queda con su pueblo, un pueblo que camina en la historia en medio de problemas y persecuciones, que no es un pueblo como los de este mundo, aunque está en el Mundo. Clío y Verónica, diría Péguy.

domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Es tu causa o es de la Iglesia?




Siempre habrá hombres que identifiquen su causa con la de la Iglesia, tan totalmente que terminan igualando la causa de la Iglesia con la propia, y esto de muy buena fe. No se les ocurre a ellos que si quieren ser verdaderos y fieles sirvientes de la Iglesia, más bien tienen que mortificarse y negarse a sí mismos; en su deseo por servir a la Iglesia, ellos presionan a la Iglesia en su propio servicio. Es una transición dialéctica de adentro hacia fuera, tan sencilla como sutil. Para ellos la Iglesia es un cierto orden de cosas que les es familiar y por el cual viven; un cierto estado de civilización, un cierto número de principios, un cierto conjunto de valores que la influencia de la Iglesia ha más o menos cristianizado, pero que, sin embargo, permanecen siendo humanos. Y cualquier cosa que molesta a este orden, o amenaza este equilibrio, cualquier cosa que los incomoda o simplemente los cuestiona, les parece un crimen en contra de una institución divina.”


Henri de Lubac, The Splendour of the Church, trans. Michael Mason (Sheed and Ward, Paulist Press, 1963), p. 170. (la traducción es de mi buen amigo Pepe Cabello)

Cristo no te garantiza el éxito mundano

¡Qué claridad del Papa! Estoy impresionado con su alocución de hoy en el Ángelus, allá en el Vaticano. Qué gran riesgo es identificar a Cristo Rey con un éxito terrenal, una causa política, un sistema o un régimen. El Reino de Dios no entra en nuestros criterios de poder temporal, y es menester de los cristianos distinguir ambas cosas, si es que se ama a la Iglesia de Cristo. No abundo, comparto la nota sobre la palabra del Sucesor de Pedro.

Angelus dominical
Optar por Cristo no garantiza éxito mundano pero asegura auténtica paz, dice Benedicto XVI



Un nutrido número de fieles y peregrinos se dio cita este mediodía en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias recordó que optar por Cristo no garantiza el éxito mundano, pero sí asegura el gozo y la paz que sólo el puede dar.

“Jesús, en cuanto Hijo de Dios, se ha entregado libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradojal de su realeza, una realeza que consiste en la victoria de la voluntad de amor de Dios Padre sobre la desobediencia del pecado”, dijo el Santo Padre en el día en que la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey.

Reflexionando sobre la relación entre la resurrección y la fiesta de hoy, el Santo Padre resaltó que justamente “en el ofrecerse en el sacrificio de expiación, Jesús es el Rey universal, como Él mismo dirá cuando se aparece a sus Apóstoles tras la resurrección: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra’”.

“¿En qué consiste el ‘poder’ real de Jesús?” se preguntó el Pontífice. Respondiendo dijo: “no es el de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de liberar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe obtener el bien del mal, enternecer un corazón endurecido, llevar a la paz el conflicto más duro, encender la esperanza en la oscuridad más densa”.

“Este Reino de la Gracia –continuó el Papa– nunca se impone, respeta siempre nuestra libertad. Cristo ha venido para ‘dar testimonio de la verdad’. Ante toda conciencia se hace necesaria una decisión: ¿A quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿La verdad o la mentira? Optar por Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, mas asegura aquella paz y aquel gozo que solo Él puede dar".

"Lo demuestra la experiencia, en toda época, de tantos hombres y mujeres que en nombre de Cristo, de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a la atracción de los poderes terrenos hasta demostrar con el martirio su fidelidad”.

Seguidamente el Papa rezó el Ángelus, saludó a los peregrinos presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Cartas del diablo




Sigo con el mismo tema, sobre los graves riesgos de sacralizar la política. Comparto este texto, que es una de las "Cartas del diablo a su sobrino" de C. S. Lewis. En este libro se ve la historia de la salvación vista desde la perspectiva contraria a como la conocemos, es decir, quien narra la conquista del alma es un demonio. Aquí cuando se refieren al "enemigo", sin decir nunca su nombre, hablan de Dios. Un diablo mayor instruya a lo largo de estas cartas a su sobrino, un aprendiz de demonio que tiene por misión conquistar el alma de un hombre que vive en las circunstancias de la segunda guerra mundial en Inglaterra. El siguiente texto es la carta VII, donde le expresa el diablo aprendiz a su tío que el sujeto a conquistar está interesándose por la política, y lo hace por una motivación religiosa. Por favor léanlo completo, y no pierdan de vista el parrafo final. Veamos lo que dice:

Carta VII

Mi querido Orugario:

Me asombra que me preguntes si es esencial mantener al paciente ignorante de tu propia existencia. Esa pregunta, al menos durante la fase actual del combate, ha sido contestada para nosotros por el Alto Mando. Nuestra política, por el momento, es la de ocultarnos. Por supuesto, no siempre ha sido así. Nos encontramos, realmente, ante un cruel dilema. Cuando los humanos no creen en nuestra existencia perdemos todos los agradables resultados del terrorismo directo, y no hacemos brujos. Por otra parte, cuando creen en nosotros, no podemos hacerles materialistas y escépticos. Al menos, no todavía. Tengo grandes esperanzas de que aprenderemos, con el tiempo, a emotivizar y mitologizar su ciencia hasta tal punto que lo que es, en efecto, una creencia en nosotros (aunque no con ese nombre) se infiltrará en ellos mientras la mente humana permanece cerrada a la creencia en el Enemigo. La "Fuerza Vital", la adoración del sexo, y algunos aspectos del Psicoanálisis pueden resultar útiles en este sentido. Si alguna vez llegamos a producir nuestra obra perfecta –el Brujo Materialista, el hombre que no usa, sino meramente adora, lo que vagamente llama "fuerzas", al mismo tiempo que niega la existencia de "espíritus"–, entonces el fin de la guerra estará a la vista. Pero, mientras tanto, debemos obedecer nuestras órdenes. No creo que tengas mucha dificultad en mantener a tu paciente en la ignorancia. El hecho de que los "diablos" sean predominantemente figuras cómicas en la imaginación moderna te ayudará. Si la más leve sospecha de tu existencia empieza a surgir en su mente, insinúale una imagen de algo con mallas rojas, y persuádele de que, puesto que no puede creer en eso (es un viejo método de libro de texto de confundirles), no puede, en consecuencia, creer en ti.

No había olvidado mi promesa de estudiar si deberíamos hacer del paciente un patriota extremado o un extremado pacifista. Todos los extremos, excepto la extrema devoción al Enemigo, deben ser estimulados. No siempre, claro, pero sí en esta etapa. Algunas épocas son templadas y complacientes, y entonces nuestra misión consiste en adormecerlas más aún. Otras épocas, como la actual, son desequilibradas e inclinadas a dividirse en facciones y nuestra tarea es inflamarlas. Cualquier pequeña capillita, unida por algún interés que otros hombres detestan o ignoran, tiende a desarrollar en su interior una encendida admiración mutua, y hacia el mundo exterior una gran cantidad de orgullo y de odio, que es mantenida sin vergüenza porque la "Causa" es su patrocinadora y se piensa que es impersonal. Hasta cuando el pequeño grupo está originariamente al servicio de los planes del Enemigo, esto es cierto. Queremos que la Iglesia sea pequeña no sólo para que menos hombres puedan conocer al Enemigo, sino también para que aquellos que lo hagan puedan adquirir la incómoda intensidad y la virtuosidad defensiva de una secta secreta o una "dique". La Iglesia misma está, por supuesto, muy defendida, y nunca hemos logrado completamente darle todas las características de una facción; pero algunas facciones subordinadas, dentro de ella, han dado a menudo excelentes resultados, desde los partidos de Pablo y de Apolo en Corinto hasta los partidos Alto y Bajo dentro de la Iglesia Anglicana.

Si tu paciente puede ser inducido a convertirse en un objetor de conciencia, se encontrará inmediatamente un miembro de una sociedad pequeña, chillona, organizada e impopular, y el efecto de esto, en uno tan nuevo en la Cristiandad, será casi con toda seguridad bueno. Pero sólo casi con seguridad. ¿Tuvo dudas serias acerca de la licitud de servir en una guerra justa antes de que empezase esta guerra? ¿Es un hombre de gran valor físico, tan grande que no tendrá dudas semiconscientes acerca de los verdaderos motivos de su pacifismo? Si es ese tipo de hombre, su pacifismo no nos servirá seguramente de mucho, y el Enemigo probablemente le protegerá de las habituales consecuencias de pertenecer a una secta. Tu mejor plan, en ese caso, sería procurar una repentina y confusa crisis emotiva de la que pudiera salir como un incómodo converso al patriotismo. Tales cosas pueden conseguirse a menudo. Pero si es el hombre que creo, prueba con el pacifismo.

Adopte lo que sea, tu principal misión será la misma. Déjale empezar por considerar el patriotismo o el pacifismo como parte de su religión. Después déjale, bajo el influjo de un espíritu partidista, llegar a considerarlo la parte más importante. Luego, suave y gradualmente, guíale hasta la fase en la que la religión se convierte en meramente parte de la "Causa", en la que el cristianismo se valora primordialmente a causa de las excelentes razones a, favor del esfuerzo bélico inglés o del pacifismo que puede suministrar. La actitud de la que debes guardarte es aquella en la que los asuntos materiales son tratados primariamente como materia de obediencia. Una vez que hayas hecho del mundo un fin, y de la fe un medio, ya casi has vencido a tu hombre, e importa muy poco qué clase de fin mundano persiga. Con tal de que los mítines, panfletos, políticas, movimientos, causas y cruzadas le importen más que las oraciones, los sacramentos y la caridad, será nuestro; y cuanto más "religioso" (en ese sentido), más seguramente nuestro. Podría enseñarte un buen montón aquí abajo.

Tu cariñoso tío,

ESCRUTOPO

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Algunas consideraciones sobre fe y política


Que son necesarios los católicos en la política, que impriman un espíritu de caridad en las cosas públicas, claro que estoy de acuerdo, no podría no estarlo. Como también pienso que hace falta infundir el espíritu cristiano en la educación, en la cultura, en la economía, en los medios de comunicación, en la empresas, en las familias, en los equipos de futbol, y hasta en la cocina. Es decir, en cualquier lugar donde el hombre se desarrolla, ahí el Evangelio siempre puede ser la buena nueva que responda a las aspiraciones del corazón humano.

A lo largo de la historia de la Iglesia, motivado por este espíritu, muchos hombres han encontrado en las cosas públicas un lugar idóneo para ejercer la caridad e incluso muchos de ellos han encontrado el martirio en defensa de la dignidad humana y en la lucha contra sistema declaradamente anticristianos. Pero también se ha corrido el riesgo de la manipulación del Evangelio, de temporalizar la fe y presentando al mensaje de Cristo como una propuesta social, cultural, ética o política como cualquier otra. En vez de incultural el Evangelio sucede el proceso inverso, se humaniza la palabra de Dios y se culturiza la fe.

Esto no es algo nuevo, siempre ha existido esta tentación. Desde Constantino que hizo del catolicismo una religión de Estado, Carlomagno que intervino en el gobierno de la Iglesia, las Cruzadas que tenían más motivaciones económicas que teológicas, hasta movimientos políticos actuales (tanto de derecha como de izquierda) que han dañado muchísimo a la Iglesia en algunos países. Tales serían los casos de un catolicismo oficial durante la época franquista en España, o las teologías de la liberación en Nicaragua durante la época de los sandinismos.

Pero a pesar de la buena intención de muchos hombres en la historia que se han organizado para dar testimonio cristiano en ámbitos públicos, quisiera señalar sintéticamente varias claves muy sencillas para identificar si el espíritu de algún grupo obedece más a una ideología o por el contrario, a un espíritu verdaderamente cristiano:

1. En estos grupos ideologizados, el grupo y la causa están por encima de la persona. Si el sistema de grupo ahoga, no permite el desarrollo de la propia personalidad, si no permite ser libre, no está ahí Dios. La persona cuenta menos que el grupo.

2. Tienen una visión rígida de la historia, en donde lo que importan son las luchas entre grupos de poderes o culturas, y no la apertura a la totalidad de lo humano. Es el mismo error de los islamismos radicales. Otro ejemplo, son algunas agrupaciones o autores que reducen el Reino de Dios a una "utopía medieval", "Ciudad Católica" o "civilización cristiana", supliendo estas culturas o sistemas políticos el papel salvífico de la Iglesia. Es simpático, pues parece un "marxismo" cristiano, un sistema político que agota la totalidad de las aspiraciones humanas. Valdría entonces el bautismo lo mismo que la afiliación política a un grupo o partido. Es por ello que se da el error de confundir evangelización con una simple difusión de valores. Evidentemente el error de fondo de todo esto, es que no han entendido el papel que ha jugado la encarnación de Cristo en la historia de la salvación. La política viene a suplir la sangre de Jesús derramada en la cruz.

Esto ha llevado a sacralizar culturas, o dogmatizar filosofías o ideas políticas. Este no fue el método de los primeros cristianos, o de los evangelizadores del nuevo mundo, que dialogaron con las culturas que encontraron y supieron apreciar expresiones que generen vida.

Muchos de estos movimientos han sido respuesta movidas no desde la fe, sino desde el odio a quienes denominan "enemigos de la Iglesia". Dan la razón a los revolucionarios franceses que reducían la Iglesia a mero instrumento de un viejo régimen. Esto que digo no demerita en lo absoluto la sangre de los Mártires que han dado su vida por Cristo, por la Iglesia o por otros hombres. Pero ellos fueron movidos por la caridad, no por el odio.

3. Una particular hermenéutica de las Escrituras sagradas. Mas allá del mensaje salvífico que la Iglesia con su magisterio señala, leen los textos sagrados (o eclesiales) en razón de la causa política. Expresión de esto es la lectura sociopolítica que algunas teologías de la liberación han dado al éxodo del Antiguo Testamento.

4. El gnosticismo al que se enfrentó San Agustín hace 16 siglos, hoy se ha vestido de cristianismo. Élites o plutocracias que creen que poseen la totalidad de la verdad, que definen cómo debe ser la realidad y que "poseen" un conocimiento que los hace superior al resto de los mortales. Nada más anticristiano que hacer de la verdad un botín, ya que, como afirma el Señor, " se le ha ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y se las ha revelado a los pequeños". No es una escuela de erudición el cristianismo, sino un encuentro con alguien que tiene palabras de vida.

Y dado que la política es una actividad meramente humana, terrenal, y si entra en la vida de algunos hombres jugando un papel soteriológico, es decir, si lo que te salva es tu actividad, personas que asumen esta postura llevan una espiritualidad "activista", "neopelagiana", en la que la voluntad juega un papel determinante y la Gracia se reduce a mera ayuda. Y como dijera el Padre Iraburu, en la síntesis de Espiritualidad Católica, su lenguaje los denota: Ya no es "Cristo quiere ayudarte, porque te ama", sino un "Cristo te exige"... Dios pasa de ser un padre amoroso a un perseguidor de comisiones y de cumplimiento férreo de una estricta norma que deja muy poco espacio a la caridad. No entienden aquella frase del evangelio en que Cristo afirma que su "yugo es suave y su carga ligera". Es Kant en su máxima expresión.

No han entendido que la fe y la política se mueven en ámbitos distintos. La política es terrena y opinable, la fe (diría Alejandro Llano) es trascendente y confiere certezas. Es importante asumir que la el carácter de Iglesia militante no tiene referencias ideológicas o políticas, y que es súmamente peligroso mezclar y confundir. Al final de cuentas al mirar la historia de la Iglesia se demuestra que en aras de defender a la Iglesia, estos movimientos lo único que lograr es desprestigiarla y dañarla.

Cuando la política se vuelve redentora se encuentra uno (como diría Péguy) con "Elefantes en el jardín de la Gracia". Hay qué volver a ser como niños, donde lejos de ideologías o prejuicios, encontremos la presencia de aquel que con su muerte y resurrección nos ha ganado la verdadera vida.