domingo, 27 de diciembre de 2009

Dando valor humano a lo divino


Hace algunos días volví a tomar un viejo libro que leí cuando tenía 17, 18 años. Lo compré, lo leí, mucho lo presté y mucho lo recomendé. Se trata de "El Valor divino de lo humano" (Editorial MiNos, 7ª edición, México 1992), del recientemente fallecido padre Jesús Urteaga. Es un libro que se presenta como una guía espiritual, orientada a jóvenes que desean vivir con fidelidad su cristianismo. Hasta ahí bien. Pero al volver a pasar sus páginas me pareció súmamente pesado, y decidí abandonarlo cuando me topé con esta lapidaria frase: "¿Se puede realizar algo realmente serio con hombres que tienen miedo al agua fría en una mañana de invierno?" (p. 63). Y no porque estemos en invierno, pero frases como esta me topo en todo el libro, enumero algunas que me parecieron chocantes:

- Dedica un capítulo entero a insultar a lo que él llama "beatos". En la página 29, afirma que "El beato todo lo espera de Dios... es un sentimental de corta inteligencia". ¿Acaso no es la actitud correcta acaso esperarlo todo de Dios? ¿No sabe el autor que "Beato" es un término que la Iglesia otorga a algunos que han vivido las virtudes cristianas? ¿Y que las virtudes teologales no son un esfuerzo de la voluntad, sino una don de Dios a los hombres?

- Titula a un capítulo "A golpe de látigo", y en él (página 91) afirma que "No nos dejaremos matar" ... "No podemos dejarnos matar, cristianos... Nuestra defensa será con espada afilada... No temas empuñar el arma. Que nadie se ría de un Cristiano". ¿Y los tanto y tantos mártires que en tantos siglos han derramado su sangre por Cristo? ¿No entiende este hombre que, como dice Tertuliano, la sangre de mártires es semilla de cristianos? En esta lógica, la Cruz de Cristo es una derrota. Y dice el autor en la página 92: "Pero los cristianos de hoy no tenemos vocación de mártires, sino de guerreros".

- Yo sigo creyendo que el Cristiano tiene una misión de amor. Pero este sacerdote incita en todo momento a la violencia, y cree que Dios lo quiere: "La guerra es el azote de Dios para su pueblo inconciente (pag. 242) ... La justicia de Dios tiene su tiempo y ya ha llegado en su carro de fuego. Juzgará por el fuego y pot la espada a toda carne, y serán muchos los que caigan a los golpes de los poderosos (pag. 243) ... Cobarde! Con hombres como tú, el Cristianismo se hubiera arruinado antes de entrar en las catacumbas (pag. 113) ... ¡Adelante, con violencia, los hombres de Dios! (pag. 102)". ¿Como puede llamarse un libro "de espiritualidad" con tales afirmaciones? Yo creo que este hombre no conoce la historia de la Iglesia, cuya piedra angular fue un hombre que en un momento determinado se acobardó y negó al mesías.

Este pobre curita entiende al cristianismo no como un encuentro con alguien que da vida plena y abundante, sino una especie de escuela estoica, donde te santifica aquello que más cueste a la voluntad. Parece que sólo es digno de ser cristiano aquel que posea fortaleza física y que esté dispuesto "a dar la lucha" (¿con quién o para qué?). Me alegro que no se haya topado nunca con el Cura de Ars, con Santa Teresita del niño Jesús o con San Francisco, porque su pequeñez le hubiera parecido apocamiento.

Pero el Padre de los cielos se regocija con los pequeños, con los que son como niños pobres, indefensos. Que en todo dependen de su padre amoroso. ¡Qué daño ha hecho la modernidad al imaginarnos autónomos, incluso en la mentalidad de muchos hombres de Iglesia! En la página 102 afirma: "Que la casa de Dios no sea para ti un lugar oscuro, al que vayas a ocultar tu miedo, tus indiferencias, tus cansancios o tus cobardías". ¡Si el mismo Cristo llama a todos los que están cansados a refugiarse en sus brazos! Y no creo que a él le importe si te bañaste o no con agua fría en invierno.

Es tanto el énfasis de dicho voluntarismo que, si la intención de texto era (como afirma el título) destacar lo divino en lo humano, al final se desdibuja todo rasgo de sobrenaturalidad en todas las afirmaciones que hace, no deja espacio para el encuentro con la Gracia. Creo que San Agustín y demás padres espirituales enseñan por caminos contrarios. Pido una sincera disculpa a mis amigos que les recomendé o les presté dicho libro.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Discurso de Ratzinger sobre los católicos en política


El 9 de abril de 2003, el entonces Cardenal prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, Joseph Ratzinger participó con una intervención en el congreso “El compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”, celebrado en Roma y organizado por la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Me llama la atención que el ahora Papa Benedicto XVI en esta ocasión, con motivo de la publicación del documento emitido por la Congregación que presidía llamado "Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los de los católicos en la política" advierte del riesgo de que "la teologización de la política se convierta en ideologización de la fe". Conste, quien lo dice es el actual Papa. El texto de donde se extrae este discurso, es de la revista italiana 30 giorni de mayo de 2003.

"Según Paul Ricoeur hacer pensar es lo más noble que la filosofía puede obtener, y por tanto queremos hacer pensar sin imponer nada. De todos modos, la posición descrita en nuestro documento se podría resumir así: para nosotros, es decir, para la convicción de la Iglesia católica de todos los tiempos, la política pertenece a la esfera de la razón, la razón común a todos, la razón natural. La política, pues, es un trabajo que implica el uso de la razón y ha de estar gobernada por las virtudes naturales, que muy bien describió la antigüedad griega, las cuatro virtudes cardenales: prudencia, templanza, justicia y fortaleza.

La convicción de que el ámbito de la política es el ámbito de la razón común, que debe desarrollarse en la recíproca comprensión y que debe comportar también la iluminación de la razón, implica la exclusión de dos posiciones.

Ante todo excluye la teologización de la política, que se convertiría en ideologización de la fe. La política, en efecto, no se deduce de la fe, sino de la razón, y la distinción entre la esfera de la política y la esfera de la fe pertenece precisamente a la tradición central del cristianismo: la encontramos en la palabra de Cristo «Dad al emperador lo que es del emperador, a Dios lo que es de Dios». En este sentido el Estado es un Estado laico, profano, en sentido positivo. Pienso, por ejemplo, en las hermosas palabras de san Bernardo de Claraval al Papa de aquel entonces: «No pienses que tú eres el sucesor de Constantino; no eres el sucesor de Constantino, sino de Pedro. Tu libro fundamental no es el Código Justiniano, sino la Sagrada Escritura».

Este, digamos, justo carácter profano, o laico de la política, que excluye por tanto la idea de teocracia, de una política determinada por el dictado de la fe, excluye, por otra parte, también el positivismo y empirismo que es una mutilación de la razón. Según esta posición la razón sería capaz de percibir sólo las cosas materiales, empíricas, comprobables o falsificables con métodos empíricos. La razón, pues, sería ciega en lo que se refiere a los valores morales y no puede juzgarlos, porque entran en la esfera de la subjetividad, y no en la de la objetividad de una razón limitada a lo comprobable, a lo empírico y a lo positivista. Semejante mutilación de la razón que se limita a lo que puede constatarse, a lo empírico, a lo comprobable y a lo falsificable según métodos materiales, destruye la política y, como decía el senador Cossiga, la reduce a una acción puramente técnica, que debería seguir simplemente las corrientes más fuertes del momento, sometiéndose por tanto a lo transitorio y también a un dictado irracional. Y este es el otro compromiso de nuestro documento: si por un lado excluimos una concepción teocrática e insistimos en la racionalidad de la política, por el otro, excluimos también un positivismo según el cual la razón es ciega ante los valores morales, y estamos convencidos de que la razón tiene la capacidad de conocer los grandes imperativos morales, los grandes valores que deben determinar todas las decisiones concretas.

En este sentido me parece que interviene también cierto vínculo entre fe y política: la fe puede iluminar la razón, puede sanar, curar una razón enferma. No en el sentido de que este influjo de la fe traslada el ámbito de la política desde la razón a la fe, sino en el sentido de que restituye la razón a sí misma, a su propio ámbito, ayuda a la razón a ser sí misma, sin enajenarla.

Las indicaciones que aparecen en nuestra Nota a los políticos católicos, respecto a los valores que hay que defender contra mayorías de un momento, no quieren ser una intromisión en la política por parte de la jerarquía. Quieren ser una ayuda necesaria a la razón de modo que sobre todo los políticos creyentes puedan, en el debate político, ayudar a una evidencia común y de este modo a una presencia real y concreta de los valores que deben gobernar a cada uno en la política. Gracias."

De santos y de poetas franceses



Me llaman la atención los Santos franceses del siglo XIX. Pero mucho. A los ojos de la historia, el siglo de las luces parece desplazar a una Francia de tradición católica católica. Cómo pudo ser posible que en el mismo país de la Revolución, del terror y del positivismo de Comte, de las ambiciones expansionistas de Napoleón, se dieran estos personajes humamente pequeñitos, pero grandes de espíritu. Es el siglo de un pobre curita rural en Ars de nombre Juan María Vianney que corrió el riesgo de ser expulsado del Seminario por no tener capacidad de aprender latín, o de aquella monjita en Lisieux que se dormía durante la oración y respondía al nombre de Teresa, o a la de la pequeñita Bernardette que vivía en un molino en Lourdes y a la que la Virgen se la apareció. O de aquel profesor de la Sorbonne de apellido Ozanam que generó un intenso apostolado con los pobres de París. O de Catalina Labouré, aquella religiosa que en 1830 habla con la Virgen María y difunde la devoción a la medalla milagrosa. Muchos santos, mucha Gracia, mucha misericordia a pesar de la revuelta, de la discordia política, de tanta ambición política y mucha soberbia intelectual.

Sí, parecen signos de contradicción, pero también es la manera en que Dios se muestra a los hombres. Cuando nos hemos cerrado en la historia toda posibilidad de esperanza, hombres pequeños y a los ojos del mundo insignificantes, muestran el verdadero rostro del amor. Como dice el pregón pascual: Donde abunda el pecado, sobreabuda la Gracia.

Y también, a pesar de grupos y personajes reaccionarios y contrarrevolucionarios que querían identificar al catolicismo con un régimen determinado, hay una serie de autores, poetas, filósofos y literatos, que han aportado desde su obra, una visión del mundo, del hombre, de su condición, de la sociedad, de Dios y de la Iglesia, que a la vez es dura con la modernidad, pero encuentran en la razón el camino de búsqueda por la que el hombre puede encontrarse con el misterio y con su destino.

Me refiero a poetas, pensadores y literatos conversos generalmente, como Charles Péguy, Georges Bernanos y Paul Claudel. Estos tres literatos tienen como común denominador, que no han entendido al catolicismo desde una perspectiva conservadora, o diríamos ahora, de derecha. Al ahondar sobre cada uno de ellos, quisiera resaltar un profundo y serio compromiso por la realidad, por el hombre y entendiendo que el cristianismo no puede reducirse a una manera de entender la sociedad, la cultura o la política, si no que es, una pasión por el hombre y por su destino. Los personajes que nutren sus historias, son gente sencilla, campirana en su mayoría, que no buscan pontificar ni moralizar, sino plantearse su vida en relación al anhelo de felicidad que alberga su corazón. La Juana de Arco de Péguy, Violaine de Paul Claudel o el cura rural de Bernanos.

Francia es una nación a la que, desde el bautizo de Clodoveo se le ha dado el título de “hija mayor de la Iglesia”, pero que, por otra parte, y a raíz de la Revolución Francesa, se ha significado como un país especialmente beligerante contra la Iglesia Católica. Es ese contraste entre la Francia de Voltaire, de Diderot, de Laplace, del librepensamiento y el racionalismo científico. La Francia de los gobiernos laicistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, gobiernos que provocaron rupturas de cualquier concordato, cierre de monasterios y conventos, expulsión de los miembros de órdenes y congregaciones religiosas, sobre todo de aquellas dedicadas a la enseñanza, confiscación de bienes, laicización de cementerios, escuelas y universidades, fuerzas armadas, hospitales, supresión de signos religiosos en establecimientos y locales públicos. Pareciera ser la tierra “liberada de los dogmas de la fe” y orgullosa de su ciencia, de su filosofía, de su literatura y de su política.

Quizás por causa de este radicalismo laicista surgió como contrapartida una generación de intelectuales y literatos de signo católico como Bernanos, Bloy, Claudel, Marcel, Maritain, Mauriac, Peguy y Ricoeur. La conversión al catolicismo de estos hombres de letras aportó a las letras católicas una gran dignidad literaria y, simultáneamente, un planteamiento problemático del hecho y de la vivencia religiosa. De ello se siguió:

1º que la literatura católica dejó de ser una literatura «piadosa», «devota», para hacerse conflictiva y provocar una conmoción en todo el aparato de la fe;

2º que, como alguien ha dicho, los intelectuales católicos dejaron de sentir complejo de inferioridad y pusieron su pensamiento en contacto y al nivel del pensamiento contemporáneo laico. (Si jo fos fuster i tu et diguessis Maria Texto publicado en el diario Ultima Hora de Barcelona por Blai Bonet (13 de abril y 4 de mayo de 1973).

Paralelamente, aunque un poco después nació una «nueva teología» cuyos autores prepararon la «toma de conciencia eclesial» y la repristinación del catolicismo que han sido el motor y la meta del Concilio Vaticano II. Muchos de ellos, entonces avanzados (Chénu, De Lubac Rahner, y el Daniélou anterior a su elección al cardenalato, entre otros). (Si jo fos fuster i tu et diguessis Maria, texto publicado en el diario Ultima Hora de Barcelona, Blai Bonet (13 de abril y 4 de mayo de 1973).

El fin del siglo de las luces es testigo de un renacer de lo católico. Asuntos políticos tales como el “affaire Dreyfus” con los llamados “Católicos sin fe” que más tarde derivaron en movimientos políticos de derecha tales como los afiliados a la “Action francaise”, que terminó siendo condenada por el Papa y simpatizantes de Hitler. Los católicos vivían en el filo de una filiación política contrarrevolucionaria, con el riesgo de vaciar de contenido un cristianismo que quedaría como cultura, régimen político (l’ancien regime, que hablaban los revolucionarios) o una moral rígida.

La «novela católica», es un producto francés de aquel momento, aunque cuente entre sus más conspicuos cultivadores al inglés Graham Greene: Mauriac, Bernanos, Julien Green (norteamericano de expresión francesa). Maxence van der Meersch (de calidad notablemente inferior), etc. (Si jo fos fuster i tu et diguessis Maria Texto publicado en el diario Ultima Hora de Barcelona, Blai Bonet (13 de abril y 4 de mayo de 1973).

Como un común denominador de las novelas de estos autores franceses, podría citar que no denotan un desprecio de lo católico hacia la modernidad. Péguy, por ejemplo, su impulso literario surge de una férrea crítica hacia la moral burguesa y a los patrones burgueses en todos los dominios de la vida y en todas las clases sociales. Su lucha de Péguy era contra la mentalidad burguesa del mundo moderno, mentalidad de la que él mismo diría que estaba inmerso el partido socialista. Afirma duramente que “Todo mal viene de la burguesía”. El mismo Bernanos hace una fuerte denuncia al fascismo en su obra “los grandes cementerios bajo la luna”.

Pero estas denuncias, no se iban con el giro fácil de afirmar que los ricos son malos, o haciendo un simplista juicio de la realidad a través de las condiciones sociales de su época, su juicio iba más allá, es un juicio antropológico. Lo interesante de los personajes de sus obras, es que muestran una humanidad limitada y herida, denunciando lo inhumano que presentaban las propuestas sociales, culturales o psicológicas de la época, que presentaban al hombre como un “monstruo tranformado en súper hombre” (Ensayos de comprensión 1930-1954 / : escritos no reunidos e inéditos de Hannah Arendt / Hannah Arendt ; traducción de Agustín Serrano de Haro). “Ellos se daban cuenta de que una persecución de la felicidad que en realidad significaba desterrar todas las lágrimas, acabaría bien pronto en desterrar todas las risas”.

Este es el fondo de todo, mostrar al hombre en su fragilidad, en su condición limitada y alertarlo del peligro que representa la fantasía ilustrada del hombre que posee una varita mágica y que tiene el dominio de sí mismo y de la realidad.

Frente a todo esto que pasaba en el interior de la Iglesia, había una una corriente literaria que, dadas las situaciones sociales y políticas del momento, adoptaron posiciones políticas de izquierda que, desde Péguy ante el «affaire Dreyfus», llegarían hasta la Resistencia antinazi, pasando por las guerras de España, de Indochina y de Argelia.

La «novela católica» era (cito la nota del periódico catalán de Blai Bonet) “no la novela «moral», «edificante», «ejemplar», sino un crudo muestrario del mal, de la duda, del pecado, en un mundo en el que la presencia de Dios es contradictoria y desconcertante. Novela «para no ser puesta en todas las manos», según la moralina tradicional, pero rigurosamente católica en su concepción de las relaciones del hombre con Dios, y mucho más válida que las estampas pías de la literatura católica anterior (es decir, válida simplemente)”.

Las novelas de estos autores, presentan a los sacerdotes en su condición de mediador y de dispensador de la gracia, pero sometidos a sacudidas existenciales y a desfallecimientos humanos, a crisis de vocación y a choques con las estructuras eclesiásticas.

Es un choque estas novelas en el tiempo, a pesar de una distancia relativamente corta en que fueron escritas. La «secularización» de la vida y de la cultura (aún tomando esa palabra en el sentido en que la emplea la Iglesia católica) parece haber planteado la literatura a niveles de creación autónoma. La «horizontalización» del sentimiento religioso parece excluir la penetración en una interioridad problemática y problematizada: el «compromiso» (cuando es asumido como tal) atiende a la liberación colectiva del hombre y a su realización temporal. El «ecumenismo» favorece el reconocimiento común de la existencia de un Dios personal, más que la expresión de la lucha íntima del hombre con él. Es la diferencia entre una novela «confesional» y estas «novela católica».

Hoy, en esta época de postmodernidad, Francia vive el miedo a la inmigración y al islam, es la de la anomia juvenil, la de los barrios marginales y los institutos conflictivos. La de la polémica en torno al hijab. Y, también, la del retorno a un creciente interés por la temática religiosa. En René Girard, en Derrida, en Debray. La clase de religión -de historia de las religiones- vuelve a las escuelas, después de largas décadas de exilio. El actual presidente, Sarkozy afirmó en varias entrevistas a algunos periódicos que Francia era portadora de una herencia cristiana de siglos y que ella constituía una parte esencial de la cultura francesa. A un periodista del diario Le Figaro le dijo: «Mire Usted, detrás de la moral laica y republicana de Francia hay dos mil años de cristianismo». Y posteriormente en unas declaraciones a este mismo diario afirmó que «lo religioso es expresión de la libertad, una cosa que debe ser protegida por el Estado». Además dialogando con unos periodista de La Croix pocos días antes de las elecciones les manifestaba su convicción de que «la religión católica es uno de los fundamentos de la identidad francesa».

Sobre grupos integristas.

Leyendo sobre este tema del integrismo católico vestido de ortodoxia, me topo con ese texto del gran teólogo Von Balthasar en el que hace una minuciosa crítica a los textos de un conocido fundador de una agrupación católica. Me parece digno de reflexión.

EL OPUS DEI: Integrismo católico

Los protestantes nos envidian muchas veces a nosotros los católicos el que gracias a Roma no existen en nuestra Iglesia fracciones incompatibles como en el caso de las trágicas divisiones que ellos padecen. Sin embargo, aunque esto es verdad por lo que se refiere a nuestras fronteras dogmáticas, no lo es con respecto a los distintos espacios de la espiritualidad, llegando a este punto a un cuadro semejante al de los protestantes. El primero que como pensador cristiano miró profundamente alarmado el fenómeno de lo que hoy se llama integrismo, y dio de él el más seguro diagnóstico no superado aún, fue Maurice Blondel.

La más fuerte manifestación integrista es sin duda el Opus Dei –de origen español–, un instituto secular con millares de miembros, principalmente en el mundo académico y con una gran extensión internacional; posee numerosas residencias para estudiantes en todo el mundo y una Universidad en Pamplona. Estrechamente ligado al régimen español de Franco, posee altos puestos en el gobierno, bancos, editoriales, revistas, periódicos (fundados por él o comprados), y desarrolla en todas partes –incluso en Alemania, Francia, Austria, Suiza– una discreta y celosa actividad de propaganda. La pertenencia a la Obra está concebida de una manera múltiple y complicada: desde unos amplios círculos exteriores hasta grupos íntimos secretos y células. Nos reducimos a investigar su espiritualidad y tomamos para ello el libro Camino del fundador y presidente José M.. Escrivá, y preguntamos: ¿Piensa realmente el autor desarrollar aquí una auténtica espiritualidad que baste para nutrir cristianamente a un tan poderoso cuerpo selecto? ¿Es un pequeño manual español para los altos exploradores? Pero española es también la auténtica mística de Raimundo Lulio, Juan de la Cruz e Ignacio de Loyola, cargada de resonancias evangélicas y con validez para siglos. También aquí será útil entresacar algunos párrafos para captar el “nuevo tono” de este “camino”.

“¿Adocenarte? Tú, ¿del montón? ¡Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los tibios; – ¡Energía! Sin ella Iñigo no se hubiera convertido en Ignacio. ¡Dios y audacia! Sé fuerte y viril. Así serás señor de ti mismo en primer lugar. Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!... que obligues, que empujes, que arrastres con tu ejempIo, y con tu palabra, y con tu ciencia, y con tu imperio; – El matrimonio es para la clase de tropa, no para el estado mayor de Cristo; –¿Ansia de hijos?... Hijos, muchos hijos y un rastro imborrable de luz dejaremos si sacrificamos el egoísmo de la carne; – No me gusta tanto eufemismo: la cobardía la llamais prudencia y vuestra “prudencia” es ocasión de que los enemigos de Dios, vacíos de ideas el cerebro, se den tonos de sabios y escalen puestos que nunca deberían escalar; – Y después, ¡camino arriba, con santa desvergüenza, sin detenerte hasta que subas del todo la cuesta del cumplimiento del deber!; – Poco recio es tu carácter; – Cállate, no seas “niñoide”; – Hombre: sé un poco menos ingenuo; – ¡Caudillos!... viriliza tu voluntad para que Dios te haga caudillo. ¿No ves cómo proceden las malditas sociedades secretas? Mucha obediencia hace falta; – Cuando un seglar se erige en maestro de moral se equivoca fácilmente: los seglares sólo pueden ser discípulos; – El sacerdote, quien sea, es siempre otro Cristo; – Amar a Dios y no venerar al sacerdote... no es posible”.

Oigamos ahora una instrucción en la que se determina cuál ha de ser el contenido de la oración a Dios: “Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’ De Él, de ti: alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... ¡flaquezas!“. Esto quiere decir que esta oración se mueve casi exclusivamente en el círculo estrecho del yo, de un yo que debe ser grande y fuerte, equipado de virtudes paganas, apostólico y napoleónico. Lo que ante todo es necesario, o sea el arraigo contemplativo de la Palabra “en buena tierra"”(Mt. 13, 8); lo que constituiría el blanco de la oración de los santos, de los grandes fundadores, la oración de un Foucauld, lo buscará uno inútilmente aquí. Así, pues, es de esperar que el Opus Dei posea en su propio subsuelo unas reservas espirituales completamente distintas de esta muestra mezquina, que ofrece a la luz del día. Cuando el caudillo espiritual, al terminar la recolección de flores, se lleva un par de rosas de Lisieux para su ramillete, ya están casi marchitas, no crecen y no podrán mantenerse mucho tiempo en el florero. “Me dijiste que querías ser caudillo”, dice la sugestiva pregunta del nº 931. ¡Ah, no, Monseñor, yo no creo que hubiese dicho esto! A pesar de sus afirmaciones de que los miembros de la obra son libres en sus opciones políticas (J. Herranz, El Opus Dei y la política), es innegable que su fundación está marcada por el franquismo, ésta es “la ley en que ha sido formado”.

Aquí surgen igualmente graves problemas –que no trataremos a fondo– acerca de la “táctica apostólica” de la “Obra de Dios”; en primer lugar la relación entre “dinero y espíritu”. Pongamos un ejemplo: ¿Se puede comprar un periódico, hasta entonces libre, con todo su equipo –hasta entonces libre– de redacción y colaboración, dejándoles que sigan escribiendo como antes con la sola condición de hacer en cada número un poco de propaganda del Opus Dei? Así sucedió con la revista parisina La Table Ronde, que primeramente estaba tan llena de espíritu y tan estimulante; y así sucederá con otras publicaciones. Recordemos que las más bellas revistas son las que fueron escritas (La Antorcha, Péguy Cahiers) o dirigidas por una personalidad relevante ("Hochland", Muth y Schöningh; Esprit, Mounier y Béqguin) o al menos reflejan el espíritu de un grupo libre (Testimonianze, ll Gallo), de una Orden (Vie intellectuelle).

Comprar un espíritu es una contradicción en sí misma. ¿Y qué decir finalmente del método de reclutamiento, que preferentemente consiste en mandar por delante académicos bien intencionados, influyentes y acaudalados, reunir después grandes grupos de estudiantes y gente culta, frecuentemente sin cuajar aún, para terminar escogiendo de la red lo más útil? Desearíamos mejor las cartas boca arriba; quisiéramos oir, en vez de tratados de derecho eclesiástico, el lenguaje sencillo y colombino del Evangelio.

Podríamos escribir muchas formas del integrismo nacionales o extranjeras, muchas gradaciones desde el margen eclesial hacia los instrumentos eclesiásticos. Las posibles combinaciones entre tradicionalismo, monarquismo, juridicismo y espíritu militar, política y altas finanzas, son interminables. El problema queda en pié, siempre que estas esferas de valores (de muy variadas formas) pueden ponerse al servicio de Jesucristo, que ha llevado los pecados del mundo como “cordero” y no como tigre, que ha proclamado la doctrina de su Padre desde el madero de la Cruz y no en Ias cátedras universitarias, que ha amado al prójimo con espíritu de servicio y de humildad, sencillo y sin “táctica apostólica”, y que, sobre todo, no miraba a su propia integridad, sino que, como el samaritano, penetraba las fronteras enemigas.

Urs Von Balthasar, cardenal y teólogo católico.
Co-autor con Joseph Ratzinger (actual Benedicto XVI) de varios libros
Neue Zürcher Nachrichten-Christliche Kultur
23 de Noviembre de 1963.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Villancico

Un bonito villancico por estas épocas.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Adviento



      Poco tiempo tan bello, tan significativo y tan esperanzado como este que celebramos, que es el adviento. Esperamos, como espera la esposa que llegue el amado, como la madre que dará a luz. A quién esperamos? A quien ha de mostrarnos la positividad de la vida, a quien tiene palabras de vida y que nos muestra que hemos sido amados sólo por que así lo quiere un padre amoroso, no por nuestros méritos que son más bien pobres. Los cristianos sabemos que este es más que un tiempo de buenas intenciones, de buenos deseos o de dar regalos. Esperamos la llegada del Mesías, del Salvador de los hombres, de Cristo que asume nuestra condición humana para darnos vida abudante. En esta época neopagana, en que la cursilería ha suplantado a la mística debemos volver a ver este tiempo como lo que es, una festividad religiosa.

      Para recobrar este espíritu, la liturgia nos coloca frente al Misterio para vivirlo y entrar de lleno en este diálogo eterno de amor por el que participamos gracias a nuestra pertenencia al Pueblo de Dios. Los himnos de la liturgia de las horas me parecen una bella manera de recobrar este sentido, por ello comparto uno de los que más me gustan de esta época. Hay que estar despiertos por si el esposo llega, que nos encuentre velando.

      Este es el tiempo en que llegas,
      Esposo, tan de repente,
      que invitas a los que velan
      y olvidas a los que duermen.

      Salen cantando a tu encuentro
      doncellas con ramos verdes
      y lámparas que guardaron
      copioso y claro el aceite.

      ¡Cómo golpearon las necias
      las puertas de tu banquete!
      ¡Y cómo lloran a oscuras
      los ojos que no han de verte!

      Mira que estamos alerta,
      Esposo, por si vinieres,
      y está el corazón velando,
      mientras los ojos se duermen.

      Danos un puesto a tu mesa,
      Amor que a la noche vienes,
      antes que la noche acabe
      y que la puerta se cierre.

      Amén.

Porque tomó nuestra condición...



…Porque Jesucristo se hizo nuestro hermano carnal

Porque pronunció temporal y carnalmente las palabras eternas…

Se nos ha dado a nosotros débiles,

Depende de nosotros, débiles y carnales,

El hacer vivir y alimentar y conservar vivas en el tiempo

Esas palabras pronunciadas en el tiempo...

Se nos ha otorgado ese privilegio,

Ese privilegio increíble, exorbitante,

De conservar vivas las palabras de vida,

De alimentar con nuestra sangre, con nuestra carne, con nuestro corazón

Esas palabras que sin nosotros caerían descarnadas…

Nosotros que no somos nada, que pasamos en la tierra unos años de nada,

Unos pobres miserables…

Nos corresponde, de nosotros depende asegurar a las palabras

Una perpetuidad eterna, una perpetuidad carnal,

Una perpetuidad alimentada de carne, de grasa y de sangre.

(Charles Péguy. "El pórtico del misterio de la segunda virtud". 78-80 EE).


¡Feliz navidad, amigos!

domingo, 13 de diciembre de 2009

Los mexicanos, identidad y la Virgen



I. Sobre la identidad de México

Pocos días tan adecuados para reflexionar sobre la identidad de lo mexicano que estos en que hemos celebrado la fiesta de la Virgen de Guadalupe. No hay otro acontecimiento en la joven historia de nuestro país que haya sido tan decisivo, que nos haya dado identidad y unidad. No por algo, la lucha de la Independencia inició con su imagen hace casi 200 años. ¿Cómo podría convocar Hidalgo si no es con un signo lo suficientemente fuerte, que identifique y mueva a otros mexicanos? En el contexto de la conquista, la aparición de la Virgen en el valle del Anahuac significó esperanza para quienes pertenecían a los pueblos originarios como para los españoles. Y con un símbolo de esperanza que lo mismo era venerado por indígenas, criollos, españoles o mestizos, se hizo más fácil la consolidación de un solo pueblo llamado México.

A diferencia de otros pueblos, la unidad y la identidad de México no se debió a guerras o causas políticas. El hecho del Tepeyac tan sólo fue el hecho definitorio de un pueblo nuevo, pueblo que es originario por igual de los pueblos que ya habitaban estas tierras, como de los españoles que llegaron. No ocurrió como en Norteamérica, en que los calvinistas puritanos marcaron su distancia, religión, costumbres y propiedades de los pueblos originarios. El catolicismo español, llevado por los misioneros a los indígenas hizo sentir a todos, como propio el acontecimiento Guadalupano y esto permitió el mestizaje y la inculturización de la fe cristiana.

Hoy vemos a la Virgen de Guadalupe lo mismo en hospitales, en cárceles, que en negocios, escuelas y hogares. Para los mexicanos que viven en el extranjero, la Virgen es el lazo que los une con la tierra lejana y cada atentado o burla que ha habido a la imagen de la Virgen, lo tomamos como un ataque contra nosotros mismos. Todo esto lo hace un acontecimiento cultural que nace de un acontecimiento religioso. Hay quienes afirman que el 100% de los mexicanos somos guadalupanos, aunque el 85% sea católico.

Entonces, ¿cómo es posible que este país que se funda en la esperanza de un signo de vida (la mujer encinta, próxima a dar a luz) viva hoy en día dolorosos episodios de muerte? La imposibilidad que parece tener una real democracia, la creciente delincuencia, el fortalecimiento del narcotráfico y del crimen organizado, la cada día creciente drogadicción entre los jóvenes, olvido de los ancianos, y vida sin sentido de tantos hombres y mujeres que llegan en casos extremos (y cada día más) a suicidios.

Cada día mayor incapacidad de acuerdo por parte de los políticos, un país en el que los ricos son cada día más ricos y los pobres más pobres, en que vivimos en ciudades caóticas donde parece imposible ¿Acaso puede haber esperanza ahí?

Un célebre autor, Graham Greene hizo en los años treintas un recorrido por nuestro país, y cuando le preguntaron lo que vio, fue tajante: ‘No hay esperanza en ningún lugar. Nunca había estado en un país como éste en el que se siente todo el tiempo el odio’. ¿Qué fue entonces lo que pasó? ¿Ha sido acaso la política, los movimientos sociales, nuestros propios vacíos los que han hecho que este país haya pasado de ser la nación próspera del siglo XVII a un país en franca decadencia?

Me parece simplista afirmar que en el origen de nuestra nación está nuestro destino. Las interpretaciones de “raza de bronce” distan de ser la solución a nuestros problemas, ni siquiera agotan la explicación de lo que ahora somos. Por eso, más que agotar en definirnos por nuestro origen, debemos reflexionar en nuestro Ethos que hemos ido formando en nuestra dimensión de seres históricos. ¿Qué es lo que nos mueve a los mexicanos a vivir y ver el mundo desde nuestra propia visión, porqué actuamos de determinado modo ante la muerte, ante la violencia, porqué nos organizamos así en sociedad y porqué nos aferramos todavía a sistemas y estructuras deshumanizantes?

II. Porqué somos como somos?

Algunos autores han reflexionado porqué los mexicanos somos como somos. Quisiera empezar con quien es sin lugar a dudas, clave para entendernos. Nuestro nóbel, Octavio Paz reflexiona en el “Laberinto de la Soledad” sobre nuestro sentimiento de inferioridad y atribuye este sentimiento precisamente a la soledad, una soledad que despierta en la adolescencia y que tratamos de sobrellevar a través del uso de máscaras, caras ajenas a nosotros mismos que nos representan y con las cuales nos presentamos ante los demás. El silencio es la mejor arma, es mejor ser callado y reservado que llorar y ser observado, es mejor demostrar prosperidad aunque nos falte el alimento”.

También sobre este punto, reflexiona Samuel Ramos en su obra “El Perfil del Hombre y la Cultura en México” explica este sentimiento de inferioridad como un patrón de imitación mecánica a la auto denigración (…) el mexicano nunca se siente completo, siempre tiene un vacío, siempre le hace falta algo, nunca está completo”. Claro que esto también se ha debido a nuestros acontecimientos políticos. Desde los indígenas que permitían abusos de los “tlatoanis”, hasta una etapa en que una parte importante de los mexicanos se sentían subyugados por el poder político y en el siglo XX, por un partido con perfil dictatorial.

La verdad es que cada que nos preguntamos sobre cómo somos, lo que asoma son cuestiones negativas. Desde la imagen del indio dormido debajo de un sombrero, hasta la del personaje machista, ventajoso, bravucón.

Otro punto que analiza Ramos es la actitud del mexicano a siempre reaccionar violentamente y buscar un conato de violencia para elevar su autoestima y demostrar su hombría, en referencia al llamado peladito dice: “En sus combates verbales atribuye al adversario una feminidad imaginaria, reservando para si el papel masculino. Con este ardid pretende afirmar sus superioridad sobre el contrincante”.

Sobre esto, Octavio Paz hace una interesante reflexión en el mismo libro del Laberinto de la soledad sobre la frase “No te rajes”, Octavio Paz realiza un análisis de esta palabra y dice que rajarse es abrirse, es decir el mexicano no se abre, no puede rajarse no puede mostrar eso que siente, eso que tal ves lo mata de felicidad o que le desgarra en lo mas profundo de su ser, y simplemente el mexicano no se abre porque recrea un caparazón en donde se siente a gusto, en donde los problemas no le agobian, el rajarse sería permitir la entrada de intrusos a su intimidad, a lo mas profundo de su ser. A los mexicanos no nos gusta abrirnos, preferimos ponernos una máscara para enfrentar la vida desde una perspectiva que no nos dañe tanto. Octavio Paz habla del mexicano solitario e inseguro por naturaleza se vuelve temerario y sociable en las fiestas, gracias al alcohol.

Al respecto, Samuel Ramos insiste en el problema de la "supuesta inferioridad del mexicano", afirmando que él nunca ha atribuido una inferioridad en el mexicano..." lo que afirmo es que cada mexicano se ha desvalorizado a sí mismo, cometiendo, de este modo, una injusticia a su persona". Concluye afirmando que el mexicano no es inferior, sino que se siente inferior.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Von Balthasar y los cristianos en política




No puedo menos que reconocer la gran admiración que tengo por Von Baltasar. Aunque no soy teólogo y he estudiado más filosofía, lo poco que he leído de este Señor me ha maravillado. Un buen amigo mío habló de este teólogo alemán con el entonces Cardenal Ratzinger, quien le comentó: "Balthasar fue mi maestro y es el mejor teólogo del siglo XX. Puede considerarse a la altura de los Padres de la Iglesia". ¡De los Padres de la Iglesia, le dijo el Papa!

En alguna ocasión escribiré sobre el capítulo que en su magnífica obra de "Gloria" le dedica a Charles Péguy en los apartados laicales. Tengo amigos que no lo quieren, y sospecho la razón, pues afirma en varias ocasiones el desinterés de la Iglesia por poseer poder terrenal y político. Es tajante con todos aquellos que afirman que el dinero o el poder pueden ser utilizados como medios de evangelización. Al respecto, hoy quiero compartir dos textos que me parecieron muy interesantes. En una cita que me topé en internet (y que no logro identificar de qué libro fue extraído), Balthasar afirma: "El poder económico, cultural, comunicativo y político para evangelizar, supone traicionar a la misión de la Iglesia. Las comunidades que anhelan ocupar posiciones de poder para ayudar así a la Iglesia, en realidad la adulteran, ocultan el rostro salvador del crucificado y la alegría que nace de la sencillez de quien acoge al Espíritu. El Ser absoluto se reveló como Amor absoluto en el anonadamiento y la Cruz. Por consiguiente, debe renunciarse a los medios de poder mundanos, a la identidad entre influencia socioeconómica y evangelización. Influencia y poder, por sus propias reglas internas, acaban siempre en prepotencia avasalladora o integrismo defensivo. Sólo en la impotencia actúa el superpoder del Amor Absoluto".

Y Pepe me comparte un extracto de un libro de Balthasar llamado ¿Quién es cristiano? , no tiene desperdicio.

"Por eso le está vedado también al cristiano esa forma de síntesis que nosotros hemos llamado "integrismo" y que es la mera aplicación práctica de la gnosis antes descrita: la utilización (con olvido de Dios) de medios de poder específicamente mundanos para una supuesta promoción del reino de Dios en la tierra. La intención puede ser sana, pero es malsana la identidad ingenuamente sobreentendida entre el reino de Dios y la influencia político-cultural de la Iglesia, influencia que suele equivaler después en la práctica a la prepotencia de un grupo de mercenarios cristianos que ansían conquistar el mundo. Pero no estamos ya en la Edad Media; las equiparaciones simplistas de cielo y tierra pertenecen al pasado; todas las formas de "francmasoneria" cristiana moderna resultan, a la larga, sospechosas y odiosas en cristianos y no cristianos. El que hace esas cosas no ha entendido bien ni la impotencia de la cruz (que él pretende remediar con el poder mundano), ni las leyes del poder mundano (que él aplica acríticamente sin caer en la cuenta). Los seguidores de Jesús estamos en una situación mucho más desprotegida de lo que nos gustaría. Estamos radicalmente expuestos como cristianos ante el mundo; y por Cristo al mundo. Nos gustaría hacer de la Iglesia un escudo contra el mundo; y de nuestra misión en el mundo, un escudo contra la palabra y el compromiso de Cristo. Pero Cristo desautoriza la espada secular del integrista Pedro, toma partido por los agresores y cura la oreja de Malco".

Cristo optó por el que lo perseguía, no por el que luchaba por su "causa". Me parece incluso, que es incorrecto hablar de una "Causa de Cristo", porque podría entenderse el cristianismo al mismo nivel de una propuesta cultural, social o política. Entiendo la causa de un partido político que se confronta con otras, pero no entiendo que se particularice temporalmente la misión universal de la Iglesia.

Balthasar es tajante, no entiende el Cristianismo quien en nombre de Jesús busca dinero o poder. Ni siquiera como medio. Porque el Cristianismo no puede reducirse a un orden social, al bien común o a sistemas económicos, culturales o políticos, por muy buenos que estos sean. El Cristianismo es un encuentro con una persona que siendo Dios entró a formar parte de nuestra historia (¡y de qué forma!) asumiendo nuestra humanidad y con su encarnación, muerte y resurrección nos redime. Se queda con su pueblo, un pueblo que camina en la historia en medio de problemas y persecuciones, que no es un pueblo como los de este mundo, aunque está en el Mundo. Clío y Verónica, diría Péguy.

domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Es tu causa o es de la Iglesia?




Siempre habrá hombres que identifiquen su causa con la de la Iglesia, tan totalmente que terminan igualando la causa de la Iglesia con la propia, y esto de muy buena fe. No se les ocurre a ellos que si quieren ser verdaderos y fieles sirvientes de la Iglesia, más bien tienen que mortificarse y negarse a sí mismos; en su deseo por servir a la Iglesia, ellos presionan a la Iglesia en su propio servicio. Es una transición dialéctica de adentro hacia fuera, tan sencilla como sutil. Para ellos la Iglesia es un cierto orden de cosas que les es familiar y por el cual viven; un cierto estado de civilización, un cierto número de principios, un cierto conjunto de valores que la influencia de la Iglesia ha más o menos cristianizado, pero que, sin embargo, permanecen siendo humanos. Y cualquier cosa que molesta a este orden, o amenaza este equilibrio, cualquier cosa que los incomoda o simplemente los cuestiona, les parece un crimen en contra de una institución divina.”


Henri de Lubac, The Splendour of the Church, trans. Michael Mason (Sheed and Ward, Paulist Press, 1963), p. 170. (la traducción es de mi buen amigo Pepe Cabello)

Cristo no te garantiza el éxito mundano

¡Qué claridad del Papa! Estoy impresionado con su alocución de hoy en el Ángelus, allá en el Vaticano. Qué gran riesgo es identificar a Cristo Rey con un éxito terrenal, una causa política, un sistema o un régimen. El Reino de Dios no entra en nuestros criterios de poder temporal, y es menester de los cristianos distinguir ambas cosas, si es que se ama a la Iglesia de Cristo. No abundo, comparto la nota sobre la palabra del Sucesor de Pedro.

Angelus dominical
Optar por Cristo no garantiza éxito mundano pero asegura auténtica paz, dice Benedicto XVI



Un nutrido número de fieles y peregrinos se dio cita este mediodía en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras introductorias recordó que optar por Cristo no garantiza el éxito mundano, pero sí asegura el gozo y la paz que sólo el puede dar.

“Jesús, en cuanto Hijo de Dios, se ha entregado libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradojal de su realeza, una realeza que consiste en la victoria de la voluntad de amor de Dios Padre sobre la desobediencia del pecado”, dijo el Santo Padre en el día en que la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey.

Reflexionando sobre la relación entre la resurrección y la fiesta de hoy, el Santo Padre resaltó que justamente “en el ofrecerse en el sacrificio de expiación, Jesús es el Rey universal, como Él mismo dirá cuando se aparece a sus Apóstoles tras la resurrección: ‘Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra’”.

“¿En qué consiste el ‘poder’ real de Jesús?” se preguntó el Pontífice. Respondiendo dijo: “no es el de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de liberar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe obtener el bien del mal, enternecer un corazón endurecido, llevar a la paz el conflicto más duro, encender la esperanza en la oscuridad más densa”.

“Este Reino de la Gracia –continuó el Papa– nunca se impone, respeta siempre nuestra libertad. Cristo ha venido para ‘dar testimonio de la verdad’. Ante toda conciencia se hace necesaria una decisión: ¿A quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿La verdad o la mentira? Optar por Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, mas asegura aquella paz y aquel gozo que solo Él puede dar".

"Lo demuestra la experiencia, en toda época, de tantos hombres y mujeres que en nombre de Cristo, de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a la atracción de los poderes terrenos hasta demostrar con el martirio su fidelidad”.

Seguidamente el Papa rezó el Ángelus, saludó a los peregrinos presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Cartas del diablo




Sigo con el mismo tema, sobre los graves riesgos de sacralizar la política. Comparto este texto, que es una de las "Cartas del diablo a su sobrino" de C. S. Lewis. En este libro se ve la historia de la salvación vista desde la perspectiva contraria a como la conocemos, es decir, quien narra la conquista del alma es un demonio. Aquí cuando se refieren al "enemigo", sin decir nunca su nombre, hablan de Dios. Un diablo mayor instruya a lo largo de estas cartas a su sobrino, un aprendiz de demonio que tiene por misión conquistar el alma de un hombre que vive en las circunstancias de la segunda guerra mundial en Inglaterra. El siguiente texto es la carta VII, donde le expresa el diablo aprendiz a su tío que el sujeto a conquistar está interesándose por la política, y lo hace por una motivación religiosa. Por favor léanlo completo, y no pierdan de vista el parrafo final. Veamos lo que dice:

Carta VII

Mi querido Orugario:

Me asombra que me preguntes si es esencial mantener al paciente ignorante de tu propia existencia. Esa pregunta, al menos durante la fase actual del combate, ha sido contestada para nosotros por el Alto Mando. Nuestra política, por el momento, es la de ocultarnos. Por supuesto, no siempre ha sido así. Nos encontramos, realmente, ante un cruel dilema. Cuando los humanos no creen en nuestra existencia perdemos todos los agradables resultados del terrorismo directo, y no hacemos brujos. Por otra parte, cuando creen en nosotros, no podemos hacerles materialistas y escépticos. Al menos, no todavía. Tengo grandes esperanzas de que aprenderemos, con el tiempo, a emotivizar y mitologizar su ciencia hasta tal punto que lo que es, en efecto, una creencia en nosotros (aunque no con ese nombre) se infiltrará en ellos mientras la mente humana permanece cerrada a la creencia en el Enemigo. La "Fuerza Vital", la adoración del sexo, y algunos aspectos del Psicoanálisis pueden resultar útiles en este sentido. Si alguna vez llegamos a producir nuestra obra perfecta –el Brujo Materialista, el hombre que no usa, sino meramente adora, lo que vagamente llama "fuerzas", al mismo tiempo que niega la existencia de "espíritus"–, entonces el fin de la guerra estará a la vista. Pero, mientras tanto, debemos obedecer nuestras órdenes. No creo que tengas mucha dificultad en mantener a tu paciente en la ignorancia. El hecho de que los "diablos" sean predominantemente figuras cómicas en la imaginación moderna te ayudará. Si la más leve sospecha de tu existencia empieza a surgir en su mente, insinúale una imagen de algo con mallas rojas, y persuádele de que, puesto que no puede creer en eso (es un viejo método de libro de texto de confundirles), no puede, en consecuencia, creer en ti.

No había olvidado mi promesa de estudiar si deberíamos hacer del paciente un patriota extremado o un extremado pacifista. Todos los extremos, excepto la extrema devoción al Enemigo, deben ser estimulados. No siempre, claro, pero sí en esta etapa. Algunas épocas son templadas y complacientes, y entonces nuestra misión consiste en adormecerlas más aún. Otras épocas, como la actual, son desequilibradas e inclinadas a dividirse en facciones y nuestra tarea es inflamarlas. Cualquier pequeña capillita, unida por algún interés que otros hombres detestan o ignoran, tiende a desarrollar en su interior una encendida admiración mutua, y hacia el mundo exterior una gran cantidad de orgullo y de odio, que es mantenida sin vergüenza porque la "Causa" es su patrocinadora y se piensa que es impersonal. Hasta cuando el pequeño grupo está originariamente al servicio de los planes del Enemigo, esto es cierto. Queremos que la Iglesia sea pequeña no sólo para que menos hombres puedan conocer al Enemigo, sino también para que aquellos que lo hagan puedan adquirir la incómoda intensidad y la virtuosidad defensiva de una secta secreta o una "dique". La Iglesia misma está, por supuesto, muy defendida, y nunca hemos logrado completamente darle todas las características de una facción; pero algunas facciones subordinadas, dentro de ella, han dado a menudo excelentes resultados, desde los partidos de Pablo y de Apolo en Corinto hasta los partidos Alto y Bajo dentro de la Iglesia Anglicana.

Si tu paciente puede ser inducido a convertirse en un objetor de conciencia, se encontrará inmediatamente un miembro de una sociedad pequeña, chillona, organizada e impopular, y el efecto de esto, en uno tan nuevo en la Cristiandad, será casi con toda seguridad bueno. Pero sólo casi con seguridad. ¿Tuvo dudas serias acerca de la licitud de servir en una guerra justa antes de que empezase esta guerra? ¿Es un hombre de gran valor físico, tan grande que no tendrá dudas semiconscientes acerca de los verdaderos motivos de su pacifismo? Si es ese tipo de hombre, su pacifismo no nos servirá seguramente de mucho, y el Enemigo probablemente le protegerá de las habituales consecuencias de pertenecer a una secta. Tu mejor plan, en ese caso, sería procurar una repentina y confusa crisis emotiva de la que pudiera salir como un incómodo converso al patriotismo. Tales cosas pueden conseguirse a menudo. Pero si es el hombre que creo, prueba con el pacifismo.

Adopte lo que sea, tu principal misión será la misma. Déjale empezar por considerar el patriotismo o el pacifismo como parte de su religión. Después déjale, bajo el influjo de un espíritu partidista, llegar a considerarlo la parte más importante. Luego, suave y gradualmente, guíale hasta la fase en la que la religión se convierte en meramente parte de la "Causa", en la que el cristianismo se valora primordialmente a causa de las excelentes razones a, favor del esfuerzo bélico inglés o del pacifismo que puede suministrar. La actitud de la que debes guardarte es aquella en la que los asuntos materiales son tratados primariamente como materia de obediencia. Una vez que hayas hecho del mundo un fin, y de la fe un medio, ya casi has vencido a tu hombre, e importa muy poco qué clase de fin mundano persiga. Con tal de que los mítines, panfletos, políticas, movimientos, causas y cruzadas le importen más que las oraciones, los sacramentos y la caridad, será nuestro; y cuanto más "religioso" (en ese sentido), más seguramente nuestro. Podría enseñarte un buen montón aquí abajo.

Tu cariñoso tío,

ESCRUTOPO

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Algunas consideraciones sobre fe y política


Que son necesarios los católicos en la política, que impriman un espíritu de caridad en las cosas públicas, claro que estoy de acuerdo, no podría no estarlo. Como también pienso que hace falta infundir el espíritu cristiano en la educación, en la cultura, en la economía, en los medios de comunicación, en la empresas, en las familias, en los equipos de futbol, y hasta en la cocina. Es decir, en cualquier lugar donde el hombre se desarrolla, ahí el Evangelio siempre puede ser la buena nueva que responda a las aspiraciones del corazón humano.

A lo largo de la historia de la Iglesia, motivado por este espíritu, muchos hombres han encontrado en las cosas públicas un lugar idóneo para ejercer la caridad e incluso muchos de ellos han encontrado el martirio en defensa de la dignidad humana y en la lucha contra sistema declaradamente anticristianos. Pero también se ha corrido el riesgo de la manipulación del Evangelio, de temporalizar la fe y presentando al mensaje de Cristo como una propuesta social, cultural, ética o política como cualquier otra. En vez de incultural el Evangelio sucede el proceso inverso, se humaniza la palabra de Dios y se culturiza la fe.

Esto no es algo nuevo, siempre ha existido esta tentación. Desde Constantino que hizo del catolicismo una religión de Estado, Carlomagno que intervino en el gobierno de la Iglesia, las Cruzadas que tenían más motivaciones económicas que teológicas, hasta movimientos políticos actuales (tanto de derecha como de izquierda) que han dañado muchísimo a la Iglesia en algunos países. Tales serían los casos de un catolicismo oficial durante la época franquista en España, o las teologías de la liberación en Nicaragua durante la época de los sandinismos.

Pero a pesar de la buena intención de muchos hombres en la historia que se han organizado para dar testimonio cristiano en ámbitos públicos, quisiera señalar sintéticamente varias claves muy sencillas para identificar si el espíritu de algún grupo obedece más a una ideología o por el contrario, a un espíritu verdaderamente cristiano:

1. En estos grupos ideologizados, el grupo y la causa están por encima de la persona. Si el sistema de grupo ahoga, no permite el desarrollo de la propia personalidad, si no permite ser libre, no está ahí Dios. La persona cuenta menos que el grupo.

2. Tienen una visión rígida de la historia, en donde lo que importan son las luchas entre grupos de poderes o culturas, y no la apertura a la totalidad de lo humano. Es el mismo error de los islamismos radicales. Otro ejemplo, son algunas agrupaciones o autores que reducen el Reino de Dios a una "utopía medieval", "Ciudad Católica" o "civilización cristiana", supliendo estas culturas o sistemas políticos el papel salvífico de la Iglesia. Es simpático, pues parece un "marxismo" cristiano, un sistema político que agota la totalidad de las aspiraciones humanas. Valdría entonces el bautismo lo mismo que la afiliación política a un grupo o partido. Es por ello que se da el error de confundir evangelización con una simple difusión de valores. Evidentemente el error de fondo de todo esto, es que no han entendido el papel que ha jugado la encarnación de Cristo en la historia de la salvación. La política viene a suplir la sangre de Jesús derramada en la cruz.

Esto ha llevado a sacralizar culturas, o dogmatizar filosofías o ideas políticas. Este no fue el método de los primeros cristianos, o de los evangelizadores del nuevo mundo, que dialogaron con las culturas que encontraron y supieron apreciar expresiones que generen vida.

Muchos de estos movimientos han sido respuesta movidas no desde la fe, sino desde el odio a quienes denominan "enemigos de la Iglesia". Dan la razón a los revolucionarios franceses que reducían la Iglesia a mero instrumento de un viejo régimen. Esto que digo no demerita en lo absoluto la sangre de los Mártires que han dado su vida por Cristo, por la Iglesia o por otros hombres. Pero ellos fueron movidos por la caridad, no por el odio.

3. Una particular hermenéutica de las Escrituras sagradas. Mas allá del mensaje salvífico que la Iglesia con su magisterio señala, leen los textos sagrados (o eclesiales) en razón de la causa política. Expresión de esto es la lectura sociopolítica que algunas teologías de la liberación han dado al éxodo del Antiguo Testamento.

4. El gnosticismo al que se enfrentó San Agustín hace 16 siglos, hoy se ha vestido de cristianismo. Élites o plutocracias que creen que poseen la totalidad de la verdad, que definen cómo debe ser la realidad y que "poseen" un conocimiento que los hace superior al resto de los mortales. Nada más anticristiano que hacer de la verdad un botín, ya que, como afirma el Señor, " se le ha ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y se las ha revelado a los pequeños". No es una escuela de erudición el cristianismo, sino un encuentro con alguien que tiene palabras de vida.

Y dado que la política es una actividad meramente humana, terrenal, y si entra en la vida de algunos hombres jugando un papel soteriológico, es decir, si lo que te salva es tu actividad, personas que asumen esta postura llevan una espiritualidad "activista", "neopelagiana", en la que la voluntad juega un papel determinante y la Gracia se reduce a mera ayuda. Y como dijera el Padre Iraburu, en la síntesis de Espiritualidad Católica, su lenguaje los denota: Ya no es "Cristo quiere ayudarte, porque te ama", sino un "Cristo te exige"... Dios pasa de ser un padre amoroso a un perseguidor de comisiones y de cumplimiento férreo de una estricta norma que deja muy poco espacio a la caridad. No entienden aquella frase del evangelio en que Cristo afirma que su "yugo es suave y su carga ligera". Es Kant en su máxima expresión.

No han entendido que la fe y la política se mueven en ámbitos distintos. La política es terrena y opinable, la fe (diría Alejandro Llano) es trascendente y confiere certezas. Es importante asumir que la el carácter de Iglesia militante no tiene referencias ideológicas o políticas, y que es súmamente peligroso mezclar y confundir. Al final de cuentas al mirar la historia de la Iglesia se demuestra que en aras de defender a la Iglesia, estos movimientos lo único que lograr es desprestigiarla y dañarla.

Cuando la política se vuelve redentora se encuentra uno (como diría Péguy) con "Elefantes en el jardín de la Gracia". Hay qué volver a ser como niños, donde lejos de ideologías o prejuicios, encontremos la presencia de aquel que con su muerte y resurrección nos ha ganado la verdadera vida.

sábado, 24 de octubre de 2009

La Esperanza


Por aquella que siempre se renueva y que promete siempre,

Que lo garantiza todo.

Que garantiza el mañana al día de hoy y a su atardecer y el mediodía a esta mañana.

Y a la vida, y la misma eternidad al tiempo.

Es por ella

que no cuentan las decepciones, tantas decepciones recibidas justamente todos los días……

y que cada día los hombres pueden creer que todo marchará mejor mañana por la mañana,

Precisamente mañana por la mañana

Todos los días, desde que los días existen,

Y que un sol mejor nos alumbrará…….

El Pórtico del Misterio de la Segunda Virtud, Charles Péguy (1912)

lunes, 19 de octubre de 2009

Cuando Harry conoció a Sally


"Te quiero cuando tienes frío estando a 21º, te quiero cuando tardas una hora para pedir un bocadillo, adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, te quiero cuando después de pasar el día contigo mi ropa huele a tu perfume y quiero que seas tú la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches. Y eso no es porque esté solo ni tampoco porque sea nochevieja. He venido aquí esta noche porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible." - Harry (Billy Crystal). En "When Harry met Sally".

jueves, 1 de octubre de 2009

La buena labor del Doctor Gutiérrez Carranza en Salud Jalisco.


Quiero compartir con ustedes algunos datos que demuestran que la labor del Dr. Alfonso Gutiérrez Carranza al frente de la Secretaría de Salud fue de buenos resultados y exitosa:

• Durante el período que encabezó la Secretaría de Salud se construyeron más de 100 consultorios populares. La meta para todo el sexenio era construir esa cantidad, de manera que dicha meta ha sido cumplida con creces.

• Gracias a las gestiones con la Secretaría de Salud Federal y a la promoción del Seguro Popular, entre 2007 y 2009, más de 326,000 familias jaliscienses se afiliaron a este seguro para recibir atención médica.

• Entre 2007 y 2009 se ampliaron los servicios médicos hospitalarios y especializados. Hay nuevos hospitales en Tala y San Miguel el Alto, están en construcción nuevos hospitales regionales en La Barca y Lagos de Moreno, así como ampliaciones importantes en Tamazula, Mascota y El Grullo.

• En equipamiento de hospitales y unidades móviles para llegar a todo el estado, se equipó a la Clínica de Displasias y Servicios de Mastografía en la Unidad Especializada de Atención Obstétrica y Neonatal en Guadalajara. Además se amplió y se equipó el nosocomio Maternidad Esperanza López Mateos.

• Sin duda uno de los grandes avances durante estos primeros años de gobierno, fue la puesta en operación de 10 nuevas unidades móviles con equipo de mastografía y módulo para la toma de Papanicolaou. Hoy Jalisco cuenta con 12 unidades que llegan a todas las regiones del estado para la prevención, detección y atención oportuna del cáncer mamario y cérvico uterino.

• Las muertes maternas disminuyeron de 72 a 52 y esperamos cerrar el año por debajo de 50. De manera similar, en el caso de la tasa de mortalidad por cáncer cérvico uterino, de 7.08 al inicio de esta administración, disminuyó a 6.25 en 2008 y esperamos cerrar así este año; igualmente, la tasa de mortalidad por cáncer de mama disminuirá de 12.27 a alrededor de 11.4.


• El trabajo realizado en la Secretaría de Salud nos ha dado resultados como los siguientes: la esperanza de vida al nacer en Jalisco pasó de 76.18 años al inicio de este gobierno, a 76.64 años (agosto 2009).


• Jalisco tiene 165 ambulancias nuevas, en todas las regiones del estado. Pasamos de tener 3 centros de atención primaria en adicciones, a 18 centros y en el índice nacional de adicciones la disminución será de 60 a 55 por ciento.

• Hace relativamente poco tiempo, los casos de intoxicación por clenbuterol ocuparon la atención del sector salud. De 263 casos que se registraron en 2006, se redujeron a tan sólo 21 en 2008.

Es indudable que con el doctor Alfonso al frente de la Secretaría Jalisco ha avanzado en infraestructura, en cobertura de servicios, en equipamiento. Queda claro que el asunto es fundamentalmente político. Por ejemplo, se ha magnificado el asunto del dengue, siendo que Jalisco ocupa el sexto lugar en el país en casos de Dengue, según información de la Secretaría de Salud del gobierno federal, enseguida de Veracruz, Colima, Guerrero, Michoacán y Tabasco, con 1,649 casos (clásico 1,459 y hemorrágico 190).

viernes, 7 de agosto de 2009

De anagramas y la verdad.




Hoy leía algo sobre el filósofo francés Voltaire, quien su nombre real fue François Marie Arouet y adopta su pseudónimo, según se consta, al caer alguna vez en la cárcel. Investigando porqué decide llamarse así, me encuentro con que la versión más verosímil es que Voltaire "sea el anagrama de «Arouet L(e) J(eune)» (‘Arouet, el joven’), utilizando las mayúsculas latinas". Y aquí me encuentro con la duda de qué significa un anagrama. Y pues encuentro que un anagrama es una palabra o frase que resulta de la transposición de letras de otra palabra o frase. Por ejemplo: ROMA - AMOR - OMAR - MORA - RAMO.

Y hay varios anagramas famosos de frases célebres latinas, y rescato alguna que me gustó mucho de San Jerónimo: En el Evangelio cuando Pilatos preguntó a Jesús QUID EST VERITAS? (¿Qué es la verdad?), este le contestó mediante una anagrama sobre dicha pregunta: EST VIR QUI ADEST (Es el hombre que tienes delante). Interesante e inteligente, no?

lunes, 3 de agosto de 2009

Las causas remotas de la crisis financiera





Me gustaría compartir un extracto de la conferencia que el pasado 28 de julio dictó el Cardenal Bertone ante el Senado Italiano a propósito de la Encíclica "Caritas in veritate" de Benedicto XVI.

Aquí el purpurado señala que el Papa y la Iglesia no puede quedarse en una reflexión meramente económico-financiera, social o política de la crisis actual que vive el mundo, sino que hay que ir a la raíz misma de lo que esto significa, y esto implica dar una respuesta antropológica - ética.



Las causas remotas de la crisis financiera

La Caritas in veritate analiza las causas profundas -y no sólo las causas próximas- de la crisis actual. No pretendo ahora repasarlas; me limitaré a sintetizar los tres factores principales de crisis identificados y analizados.

El primero se refiere al cambio radical en la relación entre finanzas y producción de bienes y servicios que se ha consolidado en el curso de las tres últimas décadas. Desde la mitad de los años 70 del siglo pasado, varios países occidentales han condicionado sus promesas en el ámbito de las pensiones a inversiones que dependían del aprovechamiento sostenible de los nuevos instrumentos financieros, exponiendo así a la economía real a los caprichos de las finanzas y generando la necesidad creciente de destinar a la remuneración de los ahorros invertidos en ellos cuotas de valor añadido. Las presiones sobre las empresas, derivadas de las bolsas y de los fondos de private equity, se han extendido en más direcciones: sobre dirigentes, inducidos a mejorar continuamente la performance de sus gestiones con el fin de recibir volúmenes crecientes de stock options; sobre los consumidores, para convencerlos a comprar cada vez más, aun sin poder adquisitivo; sobre las empresas de la economía real, para convencerlas a que aumenten el valor para el accionista. Así, ha sucedido que la demanda persistente de resultados financieros cada vez más brillantes ha repercutido sobre todo el sistema económico, hasta convertirse en un auténtico modelo cultural.

El segundo factor causal de la crisis es la difusión, en el ámbito de la cultura popular, del ethos de la eficiencia como criterio último de juicio y de justificación de la realidad económica. Por un lado, ello ha acabado por legitimar la codicia -que es la forma más conocida y difundida de avaricia- como una especie de virtud cívica: el greed market que sustituye al free market. "Greed is good, greed is right" (la codicia es buena, la codicia es justa), predicaba Gordon Gekko, el protagonista de la célebre película "Wall Street", de 1987.

Por último, la Caritas in veritate analiza también la causa de las causas de la crisis: la especificidad de la matriz cultural que se ha ido consolidando en los últimos decenios, por un lado, sobre la ola del proceso de globalización y, por otro, por la llegada de la tercera revolución industrial, la de las tecnologías info-telemáticas. Un aspecto específico de esa matriz es la insatisfacción, cada vez más generalizada, respecto al modo de interpretar el principio de libertad. Como es sabido, son tres las dimensiones que constituyen la libertad: la autonomía, la inmunidad y la capacitación. La autonomía implica libertad de elección: no se es libre si no se está en condición de elegir. La inmunidad, en cambio, implica ausencia de coerción por parte de cualquier agente externo. Fundamentalmente es la libertad negativa, es decir, "estar libre de". Por último, la capacitación -literalmente, capacidad de acción- implica capacidad de elección, de conseguir, al menos en parte o en alguna medida, lo que el sujeto se propone. No se es libre si nunca -o al menos en parte- se logra realizar el propio proyecto de vida.

Como se puede comprender, el desafío que hay que afrontar es hacer que coexistan las tres dimensiones de la libertad; por esta razón, el paradigma del bien común se presenta como una perspectiva muy interesante que conviene explorar.

A la luz de lo dicho se puede comprender por qué la crisis financiera no se puede considerar como un hecho inesperado ni inexplicable. Precisamente por eso, sin quitar nada a las indispensables intervenciones de regulación y a las necesarias formas nuevas de control, no lograremos impedir que surjan en el futuro episodios análogos si no se extirpa el mal de raíz, es decir, si no se interviene sobre la matriz cultural que sostiene el sistema económico. A las autoridades de gobierno esta crisis les transmite un doble mensaje. En primer lugar, que la crítica sacrosanta al "Estado intervencionista" de ningún modo puede hacer que se desconozca el papel central del "Estado regulador". En segundo lugar, que las autoridades públicas situadas en los diversos niveles de gobierno deben permitir, más aún, favorecer el nacimiento y el reforzamiento de un mercado financiero pluralista, o sea, un mercado en el que puedan actuar en condiciones de igualdad objetiva sujetos diferentes en lo que atañe al fin específico que atribuyen a su actividad. Pienso en los bancos del territorio, en los bancos de crédito cooperativo, en los bancos éticos, en los distintos fondos éticos. Se trata de entidades que no sólo no proponen en sus ventanillas finanzas creativas, sino que sobre todo desempeñan un papel complementario, y por tanto equilibrador, respecto a los agentes de las finanzas especulativas. Si en las últimas décadas las autoridades financieras hubieran eliminado los numerosos vínculos que pesan sobre los sujetos de las finanzas alternativas, la crisis actual no habría tenido el poder devastador que estamos conociendo.

jueves, 9 de julio de 2009

Sobre el vicio voluntarista



Hoy comparto un bellísimo texto de la "Síntesis de Espiritualidad Católica" de don José Rivera y de José María Iraburu (Ed. Gratis date) acerca de un vicio que podemos presentar quienes queremos ser fieles a la vocación Cristiana y que no hemos entendido la acción de la Gracia en nuestra vida, ni hemos aceptado plenamente que Dios es ante todo, un padre amoroso. Propongo este texto a la reflexión.


Voluntarismo

Entendemos aquí por voluntarismo una actitud práctica según la cual la iniciativa de la vida espiritual se pone en el hombre, quedando así de hecho la gracia reducida a la condición de ayuda, de ayuda necesaria, ciertamente, pero de ayuda. Los cristianos que se ven afectados por esa actitud pueden ser doctrinalmente ortodoxos, pero en su espiritualidad práctica, que aquí describiremos, viven como si no lo fueran. Describimos, pues, aquí el voluntarismo no tanto como un error doctrinal -que en sentido estricto sería el semipelagianismo, ya rechazado por el II concilio de Orante (a.529)-, sino más bien como una desviación espiritual, que está más o menos presente en todas las épocas, y por la cual, en una cierta fase de su vida interior, pasan no pocos cristianos, al menos de entre aquéllos que buscan sinceramente la perfección. En este sentido, no es raro apreciar que algunos santos, en sus comienzos, fueron voluntaristas por carácter personal o por una formación incorrecta; pero pronto, todos ellos, descubrieron la primacía absoluta de la gracia, pues de otra manera no hubieran llegado a la santidad.

Entre los cristianos todavía carnales que tienden con fuerza a la perfección, el voluntarismo suele ser el error más frecuente, pues si la pereza a veces, muchas veces, les daña, todavía hace en ellos peores estragos la soberbia, que unas veces es perezosa y otras activa, pero que siempre tiende a poner en el hombre la iniciativa, quitándosela a Dios, aunque sea inconscientemente. Por eso nos ocuparemos aquí en denunciar los rasgos principales de la espiritualidad voluntarista.

La esencia del voluntarismo está en que pone la iniciativa de la vida espiritual en el hombre, y no en Dios. El voluntarista, partiendo de sí mismo, de su leal saber y entender, y normalmente según su carácter personal, va proponiéndose ciertas obras buenas concretas, dando por supuesto que, ya que son buenas, Dios le dará su gracia para hacerlas. Así va llevando adelante, como puede, su vida espiritual, siempre a su manera, según su propio modo de ser, sin ponerse incondicionalmente en las manos de Dios, sin tratar de discernir la voluntad de Dios -que a veces nos reserva no pequeñas sorpresas- para cumplirla. En esta concepción, muchas veces de modo inconsciente, va implícito el error doctrinal al menos semi-pelagiano, según el cual lo que hace eficaz la gracia de Cristo es, en definitiva, la fuerza de la voluntad del hombre, es decir, su libre arbitrio, su propia iniciativa.

En esta concepción práctica del voluntarismo va más o menos implícito el error doctrinal semi-pelagiano. Según éste, Dios ama por igual a todos los hombres, y a todos ofrece igualmente sus gracias, de modo que es el hombre, es su generosidad, es la fuerza de su voluntad, su libre arbitrio, su propia iniciativa, quien hace eficaz la gracia de Cristo. De esta manera, gracia y libertad se conciben no al modo católico -como dos causas subordinadas, en que la primera, divina, activa la segunda, humana-, sino como dos causas coordinadas, como dos fuerzas distintas quese unen para producir la buena obra.

El voluntarista, lógicamente, sobrevalora los métodos espirituales, y en el empeño de la santificación se apoya parte en Dios y parte en la virtualidad propia de tales o cuales métodos, medios, grupos o caminos peculiares. Haciendo esto, eso otro y lo de más allá, o integrándose en tal grupo, se llega a la santidad. Según esto, lógicamente, las esperanzas de santificación para aquellas personas que, por lo que sea, no pueden ajustarse a tales y cuales medios, son más bien escasas.

En el voluntarismo se produce una cierta subordinación de la persona a las obras concretas. En una vida espiritual sinergética, que da siempre la iniciativa a Dios y a su gracia, el florecimiento en la vida santa va de la persona a las obras, del interior al exterior, bajo el impulso del Espíritu Santo, en buena medida imprevisible; y así, el cultivo de la persona, de sus modos de pensar, de querer y de sentir, va floreciendo en buenas obras. En el voluntarismo, por el contrario, el crecimiento se pretende sobre todo por la prescripción de un conjunto de obras buenas, bien concretas, cuya realización se estimula y se controla con frecuencia. Es como si el cristiano sinergético, acercándose a Dios, regase, abonase y podase una planta, para que sea Dios quien en ella produzca el crecimiento en el modo, el tiempo y el número que él disponga. Mientras que el voluntarista, de lo exterior a lo interior, tirase de la planta para hacerla crecer, con peligro de arrancarla de la tierra.

De esta operosidad voluntarista se siguen malas consecuencias. Si las obras no se cumplen, es fácil que se hagan juicios temerarios («es un flojo; no vale», «puede, pero le faltó generosidad»); y si se cumplen, se harán también juicios igualmente temerarios («es un tipo formidable»). Otros frutos enfermos del árbol voluntarista son la prisa, que es crónica, la obra mal hecha, aunque la apariencia exterior de la misma sea buena; la tendencia a cuantificar la vida espiritual, el normativismo y legalismo detallista, pero sobre todo la mediocridad. Leyes y normas señalan siempre obras mínimas, que no pocos voluntaristas toman como máximos, contentándose con su cumplimiento: de ahí la mediocridad. El proyecto voluntarista, después de todo, parte de la iniciativa del hombre, y por eso, aunque incluya un hermoso conjunto de obras concretas buenas, suele hacerse proporcionado a las fuerzas del hombre y a sus modos y maneras personales: de ahí su mediocridad.

Piensa el voluntarista, sin mayores discernimientos, que lo más costoso a la voluntad es lo más santificante, ignorando que la virtud más fuerte es la que tiene un ejercicio más suave, y olvidando que cuanto más amor se pone en una acción, ésta es menos costosa y más meritoria. Pero es que el voluntarista pone la santificación más en su voluntad que en la gracia. Y eso explica su valoración errónea de lo costoso. Por eso mismo practica a veces el «agere contra» inadecuadamente, sin discreción («el hablador, que calle; el callado, que hable; el que quiere quedarse, que salga»). Y por eso también aprecia más los esfuerzos activos de la voluntad que los pasivos. Ve el valor santificante de la pobreza, por ejemplo, si alguno, costándole mucho, trata de vivirla. Pero no ve tanto ese valor si otro la vive con gozo y facilidad, porque la ama y posee su espíritu -por gracia de Dios-. Tampoco ve apenas su valor si esa pobreza no procede de iniciativa voluntaria, sino que le vino impuesta por las circunstancias. Olvida que el despojamiento mayor, el más meritorio, fue el de la pasión de Cristo, es decir, fue pasivo.

Por todo esto, el voluntarismo es insano, tanto espiritual como psicológicamente. El voluntarismo no capta la vida cristiana como un don constante de Dios, «gracia sobre gracia» (Jn 1,16), sino como un incesante esfuerzo laborioso. Centra en sí mismo al hombre, en lugar de centrarlo en Dios. Si todo va «bien», lleva, más que a la acción de gracias, a la soberbia, y si va «mal», al cansancio, a la frustración, y posiblemente al abandono de la vida espiritual. El voluntarismo crea un clima malsano, en el que crecen muy bien la ansiedad, los escrúpulos, y eventualmente la angustia neurótica. El voluntarismo no aprecia las personas débiles, en su constitución psíquica o somática, por razones obvias, y más bien las aleja -lo que es muy malo-; pero, sin embargo, para algunas personas frágiles, inseguras, resulta sumamente atractivo -lo que es aún peor-. En él se destrozan.

La manera de hablar voluntarista centra siempre la vida espiritual en la iniciativa y el esfuerzo de la voluntad del hombre («si quieres, puedes», «es cuestión de generosidad»). Con frecuencia aparece Dios como sujeto de los verbos «pedir» o «exigir» («Dios te pide que hagas más oración»). Los santos han hablado siempre de muy diverso modo («Dios quiere darte la gracia de que hagas más oración»). En el lenguaje de los santos -recordemos, por ejemplo, la Vida de Santa Teresa- lo que Dios hace siempre es dar, conceder, mostrar, regalar, donar, perdonar...

Y en este modo de hablar se manifiesta la experiencia de Dios que ellos tienen; en efecto, «todo buen don y todo regalo perfecto viene de arriba, desciende del Padre de las luces» (Sant 1,17). Por eso dice la Santa Doctora: «Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros nada» (Vida 11,13). Y así habla siempre la liturgia: «Señor, Dios nuestro, tú mismo nos das lo que hemos de ofrecerte» (Or. dom.VIII t. ordinario). Por eso nosotros «te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos dones que nos has dado»... (Misal rom. I anáf.).