viernes, 28 de mayo de 2010

Sic transit gloria mundi




Hoy me entero con pesar del fallecimiento de Gary Coleman, aquel simpático niño que protagonizó la serie "Blanco y negro" en los años 80's. Una serie de eventos "desafortunados" llevó a este pobre muchacho de ser la gran estrella de la televisión, ganando setenta mil dólares por capítulo, a candidato a gobernador en California, demandó a sus padres por el despojo de su fortuna, cayó en la cárcel por golpear a su mujer, en los últimos años era agente de seguridad en el park palisades mall de Santa Monica y a los 42 años de edad, muere.


Unos diez años antes murió Dana Plato, su compañera en aquella mítica serie. De actriz decadente, se volvió cocainómana, actriz de películas para adultos y de una sobredosis murió en su casa rodante a los 34 años de edad.

Recuerdo que todas las tardes pasaba por televisión esta serie y no nos la perdíamos. Era la historia de un hombre millonario de Nueva York (que tenía un ático en Park Avenue) que acoge a un par de hermanos de raza negra interpretados por Coleman y por Todd Briggs (que después se vio involucrado en drogas y en algún homicidio) y viven en familia junto a Kimberly, la niña encantadora que interpretó Dana Plato.

Uno no podría imaginarse que detrás de la simpatía de esos actores, los diálogos afectivos, las bromas, se encontrarían vidas tan conflictivas y llenas de dolor. Al pensar en la farándula, se cree que se vive en el oropel, las fiestas, la diversión y todo ello hace ver a quienes los contemplan en TV o en el cine que los artistas llevan una vida feliz. Pero este es el caso en que no. Ni el dinero, ni el placer extremo, o las diversiones sin límite son la felicidad. Por ello, no deben ser la meta de la vida.

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Dónde están los sueños que te había confiado?


La lectura de Julien Green, sus novelas y su diario, me han dado mucho a la reflexión. Al igual que se lee la vida de los santos, tiene mucha riquezas explorar lo que hay al interior del alma de las personas, ese íntimo espacio donde habla Dios y que la misma psicología es incapaz de descifrar.

En su diario narra su encuentro con la Gracia y con el pecado, y su propia experiencia de búsqueda de la verdad, la belleza y el bien en su propia vida. Del diario (citado por Charles Moeller en su estupenda colección "Cristianismo y literatura en el S. XX") me gustaría ir compartiendo algunos pasajes que me parecen súmamente enriquecedores.

El texto que comparto, escrito el 11 de mayo de 1942, lo saco a colación en estos días que he podido reencontrarme con mis amigos de la infancia y adolescencia.

11 de mayo de 1942.

"Hete aquí, pues, cerca de los cuarenta y dos años... ¿Qué pensaría de ti el muchacho que eras a los dieciséis, si pudiera juzgarte? ¿Qué diría de eso que has llegado a hacer? ¿Hubiera simplemente consentido en vivir para verse transformado así? ¿Acaso valía la pena? ¿Qué secretas esperanzas no has decepcionado, de las que ni siquiera te acuerdas? Sería extraordinariamente interesante, aunque triste, poder enfrentar a estos dos seres, de los que uno prometía tanto y el otro ha cumplido tan poco. Me figuro al más joven apostrofando al mayor sin indulgencia: "Me has engañado, me has robado. ¿Dónde están todos los sueños que te había confiado? ¿Qué has hecho de toda la riqueza que tan locamente puse en tus manos? Yo respondía de ti, había prometido por ti. Has hecho bancarrota. Más me hubiera valido marcharme con todo lo que aún poseía, y que también has dilapidado. No te admiro, sino al contrario". ¿Y qué diría el mayor para defenderse? Hablaría de experiencia adquirida, de su reputación, buscaría febrilmente en sus bolsillos, en los cajones de su mesa, algo para justificarse. Pero se defendería mal, y creo que se avergonzaría". (Journal III, 214-215)

A mí me da mucho pena recordar cómo era yo de muy joven. A los quince años, pienso que era un chiquillo insoportable. De los dieciséis a los dieciocho era soberbio, engreido, petulante. Creía que el mundo era una manzana, tenía ambiciones y me creía el cuento de que lo más importante era tener una voluntad de acero, conquistadora, intrépida, sin miedos, a prueba de cualquier eventualidad. Pero al mismo tiempo era reflejo de una inestabilidad que se mostraba queriendo afianzar modelos éticos. Yo hoy diría al contrario que Green, que me avergüenzo de lo que fui de chico. Quizás como a todos nos ocurre, me equivoqué y algo habré aprendido.

No soy, ni de lejos, lo que hace veinte, o quince años hubiera querido. Si como en aquella película de Bruce Willys me topara conmigo mismo en otra etapa de mi vida, o como lo plantea Green tuviera ese "enfrentamiento", me aconsejaría no confiar en aquellos que tenían discursos incendiarios y voluntaristas, que leyera más y dejara de lado el activismo, que no tuviera miedo a encontrarme lo que había dentro de mi corazón, que rezara y amara más y que me exigiera menos. Y lo más seguro es que no me hubiera escuchado.

miércoles, 19 de mayo de 2010

En el reino de la infancia


Hace unos visité al padre Ricardo en Granada y me regaló un libro que escribió sobre la formación del laico (Aldana S. de J. Ricardo, Formación del laico: Verdad y misión, Fundación Maior, Madrid). De ahí comparto un bellísimo poema que cita y que yo no conocía de la autoría de Charles Péguy. Es un extracto de "Ballade du coeur que a tant battu", donde muestra su amor por las virtudes cristianas.

Una lectura simplista de esta obra de Péguy, pareciera que por valorar lo sobrenatural en el hombre, hay un desprecio a lo humano y a su esfuerzo. Nada más fuera de la realidad. Siguiendo la tradición cristiana, a san Agustín y a santo Tomás, muestra el poeta la acción de Dios en el hombre y que no demerita en lo absoluto los esfuerzos humanos por alcanzar lo que llamamos virtudes cardinales: Justicia, prudencia, fortaleza y templaza. Pero, por más esfuerzos y virtudes cardinales hubiese, al hombre no le alcanza con ello para su propia salvación. Ni tampoco es condición unas para que se den las otras. Las virtudes teologales es simplemente un regalo de Dios. Es Gracia, gratuidad. El hombre no hace nada para merecerlas. Pero el mismo Padre Ricardo señala que el juego entre las cuatro virtudes cardinales y las tres virtudes teologales en este poema "No debe ser interpretado en su oposición como un dualismo que diviera al cristiano en 'algo divino en él' y 'lo humano en él' . Nada más ajeno a Péguy que ese dualismo... No hay dualismo, pero tampoco un monismo de lo sobrenatural que absorbiese lo natural" (pag. 128 op. Cf.)

Disfruten, gocen la lectura, por favor. Como siempre se debe hacer de la obra de Péguy.


Levita niña del coro
vestido de blanco
Corazón inmarcesible
Con la herida al costado

En tus procesiones
Oh, vestido de blanco,
Las intercesiones
De las sietes virtudes.

Las tres teologales
Marchan delante,
Las cuatro cardinales
Van siguiendo.

Las cuatro cardinales
son cultas,
Pero las teologales
Son sirvientas.

Las cuatro cardinales
Están bien atendidas
Pero las teologales
Son las que sirven.

Las cuatro cardinales
Tienen muchos seguidores,
Pero las teologales
Son las que acompañan.

Las cardinales marchan
Midiendo sus pasos.
Pero las teologales
Son descaradas.


Las cuatro cardinales
Son baronesas.
Las tres Teologales
Son tunantes.

Las cuatro Cardinales
Van en barco,
Pero la Teologal
Se lanza al agua.

Las cuatro Cardinales
Van en carroza,
Pero las teologales
Siguen la fiesta.

Las cuatro Cardinales
Están satisfechas.
Pero las Teologales
Están estupefactas.

Las cuatro Cardinales
Son muy estimadas.
Sólo las Teologales
Serán perfectas.

Las cuatro Cardinales
Son gobernadoras.
A las tres Teologales
Se dirigen los profetas.

Pero las Teologales
Echan una mano.

Las cuatro Cardinales
Tienen bedeles,
Pero las Teologales
Abren la puerta.

Las cuatro Cardinales
son legistas.
Pero las Teologales
Son hosteras

Las cuatro Cardinales
Se mueven a ritmo.
Pero las Teologales
Dirigen el baile.

A las cuatro Cardinales
Nuestra reverencia.
A las tres teologales
Nuestra preferencia.

A las cuatro Cardinales
Nuestra deferencia.
A las tres teologales
Nuestra esperanza.

A las cuatro Cardinales
La mayor importancia.
A las tres teologales
Nuestro sufrimiento.

De las cuatro Cardinales
Las reprimendas.
Pero a las Teologales
La liberación.

A las cuatro Cardinales
Credulidad.
Pero a las Teologales
Humildad.

A las tres teologales
Docilidad.
Pero a las Teologales
Fidelidad.

Los grandes enterramientos
A las Cardinales.
Pero a las Teologales
Los sacramentos.

A las cuatro Cardinales
Nuestras fatigas,
Pero a las tres Teologales
Nuestra naturaleza.

El montón de reglas
A las Cardinales.
Pero a las tres Teologales
Nuestras dos manos duras.

El montón de escrituras
A las Cardinales.
Pero a las tres Teologales
Nuestras dos manos puras.

Las cuatro Cardinales
Son gendarmes
Pero a las Teologales
El don de lágrimas.

Este montón de simplezas
A las Cardinales.
Pero a las Teologales
Nuestras gratitudes.

A las cuatro Cardinales
Nuestras costumbres
Pero a las Teologales
Nuestro servicio.

A las cuatro Cardinales
La certeza.
Pero a las Teologales
La inquietud.

El montón de hipérboles
A las Cardinales.
Pero a las Teologales
Las Parábolas.

A las cuatro Cardinales
Razonamientos.
A las tres Teologales
Abundancias.

Las cuatro Cardinales
son virtuosas,
Pero las Teologales
Son fructíferas.

Las cuatro Cardinales
Viven cristianas,
Pero las Teologales
Nacen cristianas.

Las cuatro Cardinales
Vienen de los dioses.
Las Tres Teologales
Vienen de Dios.

Las cuatro Cardinales
Marchan en fila.
Saben las Teologales
Verter su sangre.

Las cuatro Cardinales
De noble rango,
Las tres Teologales
De sangre noble.

A las cuatro Cardinales,
Sabias declaraciones.
A las tres Teologales
Un corazón dispuesto.

A las cuatro Cardinales,
La Política.
A las tres teologales
Nuestra mística.

A las cuatro Cardinales,
Los tribunales supremos.
A las tres Teologales
Nuestro amor humilde.

A las cuatro Cardinales
Nuestros discursos.
A las tres Teologales
Nuestros buenos días.

Las cuatro Cardinales
Definían.
Pero las tres Teologales
Alcanzaban la meta.

Las cuatro Cardinales
se incomodaban.
Las tres Teologales
Descansaban.

A las cuatro Cardinales
Virtud formal.
A las tres Teologales
Gracia real.

Las cuatro Cardinales
Son temporales.
Pero las tres Teologales
Son eternas.

Las cuatro Cardinales
Universales,
Las tres Teologales
Son singulares.

lunes, 10 de mayo de 2010

Me cuesta tanto...



Madrid, 10 de mayo 2010.


Entre el cielo y el suelo hay algo
con tendencia a quedarse calvo
de tanto recordar.

y ese algo que soy yo mismo
es un cuadro de bifrontismo
que sólo da una faz.

la cara vista es un anuncio de signal,
la cara oculta es la resulta
de mi idea genial de echarte...
me cuesta tanto olvidarte.

me cuenta tanto, olvidarte
me cuesta tanto.
Olvidar quince mil encantos es
mucha sensatez.

Y no sé si seré sensato
lo que sé es que me cuesta un rato
hacer las cosas sin querer

y aunque fui yo quien decidió
que ya no más
y no me cansé de jurarte
que no habrá segunda parte
me cuesta tanto olvidarte...

me cuesta tanto olvidarte...

me cuesta tanto...