jueves, 23 de octubre de 2008

Volver

volver con la frente marchita

Sentados en corro merendábamos besos,
y las horas pasaban de prisa
entre el humo y la risa.

Te morías por volver,
“con la frente marchita” cantaba Gardel.
Y entre citas de Borges,
Evita bailaba con Freud.
Ya llovió desde aquel chaparrón hasta hoy.

Iba cada domingo
a tu puesto del rastro a comprarte
carricoches de miga de pan,
soldaditos de lata.
Con agüita del mar andaluz
quise yo enamorarte,
pero tú no querías más amor
que el del Río de la Plata.

Duró la tormenta
hasta entrados los años ochenta,
luego el sol fue secando la ropa
de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor
que añorar lo que nunca jamás sucedió.

“Mándame una postal de San Telmo,
adiós, cuídate”.
Y sonó
entre tú y yo el silbato del tren.

Iba cada domingo
a tu puesto del rastro a comprarte
monigotes de miga de pan,
caballitos de lata.
Con agüita del mar andaluz
quise yo enamorarte,
pero tú no tenías otro amor
que el del Río de la Plata.

Aquellas banderas
de la patria de la primavera
a decirme que existe el olvido
esta noche han venido.
Te sentaba tan bien
esa boina calada al estilo del Che.
Buenos Aires es como contabas,
hoy fui a pasear
y al llegar a la plaza de Mayo me dio
por llorar
y me puse a gritar “¿Dónde estás?”.

Y no volví más
a tu puesto del rastro a comprarte
corazones de miga de pan,
sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo:
“No consigo olvidarte.
Ojalá que estuvieras conmigo
en el Río de la Plata”.

Y no volví más
a tu puesto del rastro a comprarte
carricoches de miga de pan,
soldaditos de lata…

volver

Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.

Son las mismas que alumbraron
con sus palidos reflejos
hondas horas de dolor.

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve
al primer amor.

La vieja calle
donde me cobijo
tuya es su vida
tuyo es su querer.

Bajo el burlon
mirar de las estrellas
que con indiferencia
hoy me ven volver.

Volver
con la frente marchita
las nieves del tiempo
platearon mi sien.

Sentir
que es un soplo la vida
que veinte años no es nada
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.

Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.

Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.

Tengo miedo de las noches
que pobladas de recuerdos
encadenen mi soñar.

Pero el viajero que huye
tarde o temprano
detiene su andar.

Y aunque el olvido
que todo destruye
haya matado mi vieja ilusion,

guardo escondida
una esperanza humilde
que es toda la fortuna
de mi corazon.

Volver
con la frente marchita
las nieves del tiempo
platearon mi sien.